“La vida de Cacho es el milagro. Esto significa un reconocimiento de la Iglesia al compromiso que él quiso asumir”

Hablamos con el padre Adolfo Amexeiras, quien fue amigo de Cacho y mantiene viva la labor del recientemente nombrado “siervo de Dios”.

A propósito de la decisión del Vaticano de dar inicio al proceso para transformar en santo al padre Cacho, hablamos con el padre Adolfo Amexeiras, quien fue amigo de Cacho y además dirige la obra que lleva su nombre y que se mantiene en la zona de la avenida Aparicio Saravia.

Significa un reconocimiento general de la Iglesia al compromiso que quiso asumir Cacho a partir de su fe cristiana.

Recuerdo su compromiso, los pasos que fue dando. Él quería encontrarse con las personas ahí donde vivían y encontrar que allí estaba Dios. Eso lo movió. Quería compartir su persona y su vida con los vecinos. Eso lo movió, del 76 al 92. Su presencia, su cercanía y su amistad con los vecinos provocaron que  nacieran un montón de cosas: cooperativas de vivienda, de trabajo, trabajó con los clasificadores.

Él nunca se desvinculó de la Iglesia. Participaba en todas las instancias. Pero él quiso vivirlo de una manera diferente, que sintió necesario. El centro de su opción es el encuentro del otro, entender que el otro necesita ser escuchado. Él siempre decía que no venía a construir casas, sino a compartir su vida con la gente. La gente fue mostrando su deseo y sus necesidades según los momentos.

Hicimos frente a las razias en los cantegriles y reclamar por la gente que se llevaban al barrer, que no tenía abogado ni nada. Él no venía a hacer cosas, venía al encuentro de los otros, de alguien más, a lo que se daba allí con ellos.

Él quiso colocar en el centro a la persona del vecino, a la gente del lugar, que todo tenía sentido en la medida del encuentro con ellos.

La vida de Cacho es el milagro: la gente lo siente, les da alegría que la Iglesia reconozca eso.


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