"Se va Arsuaga, ¿quién se las va a ingeniar para amargarle sistemáticamente todas las fiestas al petiso Figueredo?"

En el móvil de Día Perfecto, Bebe Morosini entrevistó a Eduardo Arsuaga. El expresidente de Defensor Sporting leyó un discurso que en 2001 le escribió Franz Oppenheimer, para su despedida.

Eduardo Arsuaga fue presidente de Defensor Sporting durante 14 años. Luego de sus declaraciones en el semanario Búsqueda, Arsuaga recibió a Bebe Morosini en su casa.

Así comenzó Arsuaga refiriéndose a Eugenio Figueredo:

Esta mañana escuchando a un colega suyo, a Buysan, él hacía referencia a algo que yo comparto y es que en este momento parecería que nadie fue amigo de Figueredo. Cuando yo tuve una lucha en la que solo me acompañó Danubio permanentemente, después estuve en una total soledad, en una lucha sin cuartel.

Cuando yo me retiré como presidente a principios del 2001, hicimos una comida en la que participaron todos quienes habían sido dirigentes en los 14 años de mi Presidencia, al término Franz Oppenheimer (dirigente de Defensor) leyó un discurso que decía:

Se va Arsuaga, ¿quién se las va a ingeniar para amargarle sistemáticamente todas las fiestas al petiso Figueredo? Que cada vez que lo ve le sonríe como diciéndole: dale, dame el visto bueno, y él pasa por al lado y no le da ni la hora (...) Arsuaga nos enseñó también que a veces quedar solos es la última alternativa que nos queda para poder dormir con la conciencia en paz (...) Arsuaga nos ha dejado a nosotros y a los que vendrán un ejemplo de vida, un club que lleva orgulloso su apellido limpio y su honor invicto.

Esto quiere decir que no era una posición solo mía, era del club. Nunca lo votamos en nada, nuca viajamos en nada. Tuvimos quizá penitencias graves.

¿Cómo vive usted todo esto que está sucediendo en la FIFA?

Yo esperaba que él, como tiene propiedades en Estados Unidos, conociéndolo sabía que en algún momento por alguna trampa para no pagar impuestos, algo iba a saltar desde allá. Lo que digo puede parecer muy duro, pero yo lo que no deseaba era que muriera antes de que sucediera, como Grondona. Si moría antes se iba a decir que era el gran dirigente, iban a hablar maravillas.

Yo tenía la absoluta convicción, sabía de algunos casos concretos chicos, antes de que empezaran los grandes. Porque los grandes empezaron cuando él entró a la Conmebol. Yo estaba absolutamente convencido de su modo de ser (del de Eugenio Figueredo), pero la coima es imposible de probar porque nadie firma un recibo.

Mientras Figueredo no llegó a la Conmebol, hizo cosas chicas. La plata grande vino con la Conmebol. Allí se repartían de un modo muy especial, había quién recibía más, como Leoz o Grondona. Pero acá fueron cosas chicas. En el 86 fue el Sudamericano de México, ahí ya empecé a desconfiar.

 


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