El niño del supermercado

Los empleados de un supermercado de La Unión quedaron helados cuando descubrieron que en ese mismo lugar años atrás funcionó una escuela.

Día a día miles de personas pasean con sus carritos por las góndolas de los supermercados. A veces lo hacen con apuro, otras de manera distendida. Sin embargo, nadie se detiene a pensar que allí muy cerca pueden suceder cosas verdaderamente extrañas. ¿Qué pasaría si les contáramos que en medio de las interminables filas de productos, alimentos o juguetes se esconde sobrenatural? ¿Pasearían tan tranquilamente?

En Uruguay, en el barrio La Unión de Montevideo, existe un supermercado que según cuentan sus propios funcionarios, se encuentra habitado por seres sobrenaturales. También aseguran que particularmente uno de estos seres se manifiesta a toda hora. Se trata del fantasma de un niño que tiene en estado de alerta a todos los funcionarios del supermercado. El supermercado se encuentra en Comercio y José Antonio Cabrera.

Los empleados de un supermercado de La Unión quedaron helados cuando descubrieron que en ese mismo lugar años atrás funcionó una escuela. Mucho más impactados quedaron cuando se enteraron que el fantasma que se manifiesta entre las góndolas y en el depósito era un ex alumno de la escuela. En esa escuela, la número 43, había una clase de sexto año como cualquier otra con una maestra estricta. Allí había un niño llamado Aldo, que sobresalía, que era sumamente inquieto y travieso. "En el recreo el patio le quedaba chico y cuando no estaba empujando niños al baño de las chiquilinas se trepaba a un árbol o armaba una pelota con cualquier cosa y enloquecía a todo el mundo. Le apasionaba la pelota", contó Néstor Ganduglia.

Un día la maestra le pidió que al otro día concurriera con sus padres, es que su conducta ya era insostenible. El niño se angustió mucho y pidió que por favor no llamaran a sus padres. "Arrancaba a llorar como loco y pedía que no. 'No señorita, por favor, mi padre me revienta a palos'", relató Ganduglia. La maestra no sabía qué hacer, pero decidió mandar la nota una tarde en que Aldo rompió un vidrió de un pelotazo. El niño dejó la nota arriba de la mesa y escribió "Papá, perdoname. Hago esto porque sé lo que me espera". Aldo fue al armario de las herramientas donde el padre guardaba un revolver viejo y se pegó un tiro.

La maestra se sintió culpable y estuvo durante años deprimida. Sus compañeras trataron de convencerla de que no fuera al velorio, porque allí estaría el padre pronto para lincharla. Fue igual y menos mal que estaba la policía. Luego de eso renunció, pero el Consejo no le aceptó la renuncia. Pidió traslado, porque seguía sintiendo la presencia de Aldo.


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