Suerte que no encendiste la luz

Esta popular y sangrienta leyenda urbana es una de las más conocidas de Estados Unidos. El asesino jamás fue atrapado.

Al estudiar las personas no solo adquieren conocimientos fundamentales, sino también desarrollar importantes valores humanos como la responsabilidad, la solidaridad y la amistad, entre otros. Muchos de los amigos inseparables que las personas mantienen a lo largo de la vida, son compañeros del colegio o de la universidad porque son amistades sólidas y duraderas que ni el tiempo ni la distancia pueden romper. Se conocen muchísimas anécdotas protagonizadas por amigos, pero algunas de ellas no son nadas felices.

En Estados Unidos se conoce el caso de Sarah y Michelle, dos compañeras universitarias que protagonizaron una de las leyendas urbanas más escalofriantes que se conocen en Norteamérica. Las chicas eran dos amigas que se convirtieron en íntimas en la vida universitaria donde compartían la misma habitación, aunque no tenían muchas cosas en común. Sarah era una muchacha muy linda, muy popular entre todos los jóvenes universitarios, que le encantaba la fiesta y vivir muy bien. Michelle era una chica que estaba enfocada en el estudio y así pasaba las 24 horas del día en eso.

Las chicas empezaron a entenderse muy bien y comenzaron a generar códigos para poder convivir. Por ejemplo, cuando Michelle quería estudiar Sarah sabía que no se podía acercar a ella, no podía llegar con visitas a la habitación y mucho menos poner música. Por otro lado, cuando Sarah estaba con algún chico en la habitación Michelle tenía terminantemente prohibido entrar a interrumpir. Para eso, Sarah le dejaba un mensaje colgado del pestillo de la puerta: una prenda. Así llevaron la relación durante el tiempo que estudiaron, respetando los códigos de una y de otra.

Un día Sarah le pidió a Michelle que no llevara a nadie esa noche porque quería descansar bien porque al otro día tenía un examen. Estuvo todo el día estudiando junto a su grupo de estudio hasta las 02:00 cuando -ya cansados- decidieron irse cada uno a su habitación a descansar. Al llegar a su habitación, Michelle escuchó que sonaba muy fuerte en su interior pero como no había ninguna prenda colgada del pestillo, entendió que podía entrar. Abrió la puerta y la música sonaba realmente fuerte, pero de fondo sentía un gemido de su amiga. Para Michelle era muy incómodo saber que su amiga estaba a pocos metros de su cama teniendo un acto sexual con cualquier joven de la universidad, pero estaba muy cansada y era muy tarde para buscar otro lugar donde dormir. Así que cerró la puerta sin hacer ruido, se acostó e intentó dormir. Pero la música y los gemidos de su amiga no la dejaban dormir, así que decidió ponerse sus auriculares con otra música hasta que se quedó dormida.

Más tarde se despierta sin noción del tiempo, lo único que sabe es que tiene que rendir un examen y esa era su preocupación. Pero al despertarse toca un liquido viscoso, algo húmedo y espeso en la cama. Dormida, y sin entender lo que pasaba, se levanta y prende la luz. Lo que ve es una mancha enorme de sangre y al lado la cabeza de su amiga, al otro lado de la habitación se encontraba el cuerpo destrozado y toda la habitación llena de sangre. En una de las paredes, había un letrero enorme escrito en sangre que decía: "Suerte que no encendiste la luz".


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