Según el sociólogo Ray Oldenburg son espacios donde se gesta el sentido de comunidad.
El tintineo de la vajilla, el sonido de la máquina de hacer café y su incomparable aroma, las charlas, las risas. Los terceros espacios son lugares inconfundiblemente humanos. Allí es donde el vecino se encuentra con el forastero, se comentan las noticias, o hasta se concreta un negocio o se establece un pacto.
Son lugares, según el sociólogo Ray Oldenburg que acuñó el término en un libro publicado en 1989, que no son ni hogar, ni lugar de trabajo, sino espacios donde se gesta el sentido de comunidad.
“Este simple concepto nos recuerda que los vínculos humanos necesitan nutrirse con cierta frecuencia y que la comunidad depende de cosas tan sencillas como algunas mesas, un anfitrión amable y buena disposición para ver lo que pasa cuando nos juntamos con otros”, apuntó Oldenburg en un texto de opinión divulgado por la Unesco.
Si bien algunos colegas del autor ampliaron el concepto de “tercer espacio” a lugares públicos gratuitos, como un parque, Oldenburg asegura en su tesis original que deberían ser lugares donde se sirvan bebidas, que son parte fundamental de la identidad de un tercer lugar. Lo dice así: “En esos ámbitos, la bebida tiene una importancia decisiva y constituye un auténtico fundamento social. En efecto, la mayoría de los terceros lugares del mundo deben su identidad a lo que se sirve”.
Menciona entonces las cervecerías alemanas o las casas de té inglesas, lugares dentro de las ciudades que históricamente fueron claves para la conversación humana.
“Los cafés surgieron en Oriente Medio y alcanzaron su apogeo como terceros lugares en Inglaterra, en el siglo XVII. Cuando se instalaron en Europa, se consideraban lugares peligrosos porque pronto se convirtieron en el escenario predilecto de los debates políticos”, apuntó la Unesco.
En occidente, el café corrió del centro al alcohol, la embriaguez y las ideas empezaron a proliferar. Tanto es así que el rey Carlos II trató de prohibirlos en la Inglaterra de 1675, pero la decisión provocó tantas protestas que el monarca tuvo que echar marcha atrás.
Hoy, algunos siglos después, los expertos siguen abogando por el cuidado y la proliferación de los terceros espacios, que ya no son solo cafeterías. Y que la vida digital o fenómenos extraordinarios como la pandemia, sacudieron hasta los cimientos.
Antes de morir en octubre de 2022, Oldenburg seguía insistiendo con revitalizar el tercer lugar para discusiones, debates, camaradería y buen humor.
“Necesitamos ver a nuestros amigos y vecinos, y rodearnos de gente que no conocemos. El tercer lugar se sitúa en el centro de nuestra búsqueda de una vida mejor”, escribió.
