Carlos García Gual, recién llegado a la RAE: "Quien no lee está limitado a sus circunstancias más próximas"

El escritor y crítico ocupa el "sillón J" de la Real Academia Española y su llegada procura defender al helenismo.

A finales del 2017, la Real Academia Española (RAE) eligió al helenista, escritor y crítico Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) para ocupar la silla J, vacante desde el fallecimiento de Francisco Nieva, el 10 de noviembre de 2016.

García Gual, catedrático emérito de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid, recibió en dos ocasiones el Premio Nacional de Traducción. Miembro correspondiente de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, es, desde 1977, fundador y asesor de la serie griega de la Biblioteca Clásica de Gredos. Colaborador en distintos medios de comunicación, es autor de numerosas obras, entre ellas varias traducciones de textos clásicos griegos.

En este marco, el diario El País de España dialogó con el literato sobre sus orígenes, su familia, su pensamiento político, sus acercamientos a la escritura y mucho más. De la Mancha extrajo algunos de los fragmentos más significativos, pero aquí puede leerse la entrevista completa.

Empezar a leer

Mi abuelo tenía una biblioteca bastante grande y muy bien ordenada, a diferencia de la mía. La suya debía de tener 4.000 o 5.000 ejemplares y se pasó la vida ocupándose de ella. Era un hombre muy disciplinado, se levantaba a las ocho de la mañana y se acostaba a las doce de la noche después de escuchar Radio París. Siempre hacía lo mismo. Poseía unas libretas donde tenía catalogados todos sus ­libros. Tuve también un tío que escribía en los periódicos. Mi abuelo no. Se sabía poesías de memoria. Le gustaban mucho Amado Nervo, Rubén Darío y, un poco menos, Unamuno. Tenía toda la obra de Blasco Ibáñez, al que yo nunca leí por prejuicios”.

El griego y su dedicación para ser helenista

“Tuve siempre vocación de letras, por el ambiente familiar. Si decidí dedicarme al griego fue porque, en Filosofía y Letras, los profesores de lenguas clásicas eran muy buenos. Francisco Rodríguez Adrados o Luis Gil, que todavía viven. De hecho, la presentación en la Academia fue promo­vida por Adrados: tenía miedo de que se quedaran sin helenistas”.

“Soy sobre todo lector”

"Soy sobre todo lector y todo lo que he escrito tiene que ver más con mis lecturas y menos con mis experiencias personales. Para mí, leer es entrar en un mundo de horizontes casi diría que infinitos. Y donde hay figuras dramáticas y situaciones y épocas que son mucho más interesantes que mi propio contexto. Quien no lee está limitado a sus circunstancias más próximas: los vecinos, la tele, los juegos. Para mí, la lectura es como un campo de ­correrías. Siempre he leído y he escrito lo que me ha gustado. Seguramente por eso soy mal ejemplo para filólogos. Decía Martín de Riquer en una entrevista, aunque no es del todo exacto: “Yo no he trabajado nunca. Todo lo he hecho por placer”. Yo creo que no es incompatible lo uno con lo otro, pero a mí me pasa lo mismo: todo lo he hecho por placer. Cuando llegue al más allá no haré reclamaciones".

Su trayectoria académica

"Comencé siendo un lingüista estructural. Me gustaba mucho la sin­taxis y el estructuralismo estaba de moda. Era una disciplina puntera e hice mi tesis sobre las voces del verbo griego, un trabajo bastante difícil, y el libro que salió de ahí me sigue pareciendo estupendo. Se publicó en 1970. Me apasiona el griego y he traducido mucho. Pero, sí, he derivado hacia la literatura. Me gusta la épica, me gustan las aventuras. Luego también me he metido en los mitos artúricos. Mi atracción ha pasado de los clásicos al mundo de la mitología. He trabajado bastante en la literatura comparada, las literaturas medievales inglesa, francesa, alemana. No he tratado la literatura más cercana, sino la que está más distante. Al terminar, fui catedrático un año en Granada y seis en Barcelona, pero siempre hemos tenido la unión con Madrid, porque mi mujer era de Madrid".

Un aventurero de alma

"Me atraen las aventuras míticas, que tienen su lado fabuloso. Por eso en la última versión de mi libro sobre los mitos he metido a uno que hasta ahora no me atrevía: Tarzán. Es un héroe moderno, pero no es galáctico. No puedes compararlo con Superman, y me parece mucho más interesante aunque políticamente incorrecto. Es el niño blanco, de buena familia inglesa, que recupera en medio de la selva y los monos todo el mundo victoriano".


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