“El filtro burbuja”, un libro para reflexionar sobre cómo Internet decide lo que leemos y lo que pensamos

La mayoría de nosotros asume que todos vemos los mismos resultados cuando buscamos algo en Google: Eli Pariser propone deconstruir y desmitifcar esa idea.

Uno de los más recientes lanzamientos de Netflix vuelve a poner en pantalla al humorista y presentador estadounidense David Letterman, de la mano de My Next Guest Needs No Introduction (Mi siguiente invitado no necesita presentación), un programa que propone una entrevista mano a mano con un protagonista de interés por episodio. En el estreno, el elegido fue el expresidente estadounidense Barack Obama. Y más allá de lo complaciente o no del intercambio, Letterman llevó a Obama a un terreno que –por las condiciones del tema– los políticos estarían en condiciones de querer evitar: el poder de Internet y la influencia de las redes sociales.

Dejando de lado la reflexión del exmandatario sobre una “supuesta” incidencia de Rusia en las últimas elecciones de Estados Unidos, el tema se enfocó en cómo diferentes mecanismos de la red de Internet se encargan de personalizar nuestra experiencia de navegación con el objetivo de hacerla más “placentera” o de acercarnos aquellos contenidos que podrían interesarnos entre la maraña de cosas que ofrece la web.

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Un “experimento”, según señala Obama, se centró en una plaza de Egipto y tomó a tres personas con perfiles bien distintos: un conservador, un liberal y un moderado. A los tres se les pidió que tomaran sus celulares y que realizaran una búsqueda en Google de la palabra “Egipto”. Los primeros resultados de búsqueda del conservador se relacionaron con los Hermanos Musulmanes (un grupo de ideología radical), los del liberal con la Tahrir Square (una plaza asociada a manifestaciones liberales/revolucionarias) y al moderado con propuestas de vacaciones en el Nilo. “Al reafirmar una y otra vez lo que pensamos, ese mecanismo nos hace vivir en una burbuja”, reflexiona el expresidente. Y es precisamente esa burbuja a la que hace referencia el libro The Filter BubbleEl filtro burbuja– (2017 Taurus), un análisis de Eli Pariser acerca de cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos.

“Cuando buscamos un término en Google, la mayoría de nosotros asume que todos vemos los mismos resultados: aquellos que PageRank, el famoso algoritmo de la empresa, sugiere que son los de mayor relevancia a partir de los enlaces de otras páginas. Pero desde diciembre de 209 ya no es así. Ahora obtienes el resultado que el algoritmo de Google sugiere que es mejor para ti en particular; y puede que otra persona vea algo totalmente diferente. En otras palabras, ya no existe un Google estándar”, explica Pariser, dejando todavía más claro el ejemplo de Obama.

El hecho de que las maneras de informarse han cambiado vertiginosamente en los últimos años está a la vista: las redes sociales no solo son para enterarse de cómo estuvieron las vacaciones de los primos o para hacer pública la formalización de un romance; ahora, Facebook o Twitter son la principal fuente a la que los usuarios de Internet acuden para saciar su “sed” de información y noticias.

“Para un porcentaje cada vez más creciente de nosotros, las fuentes de noticias personalizadas en Facebook se están convirtiendo en fuentes de información fundamental. En este sentido, el 36 % de los estadounidenses menores de treinta años se informan actualmente a través de las redes sociales”, señala Pariser, y agrega: “Además, la popularidad de Facebook se ha disparado en el mundo entero: cerca de un millón de personas se unen a la red cada día. Tal y como le gusta alardear a Mark Zuckerberg, su fundador, puede que Facebook sea la mayor fuente de noticias del planeta”.

En este sentido, el autor apunta a exponer cómo “la nueva generación de filtros de Internet observa las cosas que parecen gustarnos e intenta extrapolarlas”: “Son máquinas de predicción cuyo objetivo es crear y perfeccionar constantemente una teoría acerca de quién eres, lo que harás y lo que desearás a continuación”. Y eso refuerza lo que pensamos, desde nuestras formas de ver el mundo hasta lo que finalmente votaremos.


¿Ataques a la democracia?

Si el “filtro burbuja” tiene cada vez más influencia no solo en presentarnos al costado del inicio de Facebook varias opciones turísticas del destino que buscamos hace unos días, sino también en aquello sobre lo que nos informamos bajo la “conciencia” de nuestra condición ciudadana, ¿cómo afecta esto en un sistema democrático?

“Durante algún tiempo, parecía que Internet iba a redemocratizar por completo la sociedad. Blogueros y periodistas reconstruirían sin ayuda alguna los medios de comunicación públicos”, reflexiona el autor, y continúa: “Sin embargo, la era de una conexión cívica con la que tanto soñaba no ha llegado”.

En este sentido, Pariser considera que “la democracia precisa de ciudadanos que vean las cosas desde el punto de vista de otros, pero en vez de eso cada vez estamos más encerrados en nuestras burbujas”.


“La carrera por saber lo máximo posible acerca de ti se ha convertido en la batalla principal de los gigantes de Internet como Google, Facebook, Apple y Microsoft”.


La atracción por los filtros y por vivir en una burbuja

¿Por qué nos resulta tan cómodo y fácil vivir en un mundo que nos ofrece solo lo que queremos? ¿Es más sencillo navegar por una red que no tiene espinas y que poco aporta a la reflexión? ¿Cuál es la razón por la que el filtro burbuja tiene tanto éxito? Pariser pretende arrojar luz a algunas de esas interrogantes.

“Hay una buena razón que explica por qué los filtros personalizados presentan un atractivo tan poderoso”, plantea, y agrega: “Estamos abrumados por un torrente de información: 900.000 entradas de blog, 50 millones de tuits, más de 60 millones de actualizaciones de estado de Facebook, y 210.000 millones de e-mails circulan cada día por el éter electrónico”.

En este sentido, Pariser estima que “los defensores de la personalización muestran la visión de un mundo hecho a medida que se ajusta a nosotros a la perfección. Se trata de un lugar acogedor, habitado por nuestras personas, objetos a ideas favoritos”.


¿“Pinchar” la burbuja?

Si la experiencia de estar protegidos resulta positiva en muchos aspectos de la vida, ¿por qué habría que cuestionar a la burbuja en relación a Internet? “Los costes de la burbuja de filtros son tanto personales como culturales”, dispara Pariser, y continúa: “Tiene consecuencias directas para quienes utilizamos filtros personalizados. Y tiene consecuencias sociales, que surgen cuando numerosas personas empiezan a vivir una vida dentro de una burbuja de filtros”.

De seguir así, “estamos avanzando a gran velocidad hacia un régimen repleto de información personalmente relevante” y, según plantea el autor, aunque eso puede resultar útil y más práctico, “algo demasiado bueno también puede causar verdaderos problemas”.

“Abandonados a su suerte, los filtros personalizados presentan cierta clase de autopropaganda invisible, adoctrinándonos con nuestras propias ideas, amplificando nuestro deseo por cosas que nos son familiares y manteniéndonos ignorantes con respecto a los peligros que nos acechan en el territorio oscuro de lo desconocido”, reflexiona.

Y no es menor el hecho de que estar tan acunados en un mundo acolchonado nos aleja de los crecimientos, enriquecimientos y aperturas a nuevas experiencias que proporcionan las dialécticas que surgen de enfrentarnos a lo desconocido –que inicialmente nos resulta malo o negativo por su condición de ajeno–: “En la burbuja de filtros hay menos margen para los encuentros casuales que aportan conocimientos y aprendizaje”.


Usted decide, pero antes reflexione

El libro de Eli Pariser no pretende ser apocalíptico ni sembrar pánico entre los internautas, pero sí busca fomentar un ejercicio que puede ser muy enriquecedor: hacer consciente lo inconsciente.

“Dado que el filtro burbuja distorsiona nuestra percepción de lo que es importante, verdadero y real, es sumamente importante que sea visible. Esto es lo que pretende hacer este libro”, apunta Pariser.


Una yapa: una charla TedX de Eli Pariser


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