Eduardo Sacheri: "el Premio Alfaguara fue como el Óscar en el mundo de los libros"

El escritor argentino contó cómo es su proceso de escritura y habló sobre "La noche de la usina", su último libro.

lanochedelausinaPara mí escribir fue de entrada un hobbie, siempre me gustó mucho leer y en algún momento tenía veintitantos años y sentí ganas de leer cosas que no encontraba escritas. Arranqué escribiendo cuentos, no novelas, porque en eso del cuento me sentía como que entraba y salía en un par de días.

Sentía que el trabajo iba por la historia y el placer por el lado de escribir, en ese momento cuentos. En algún momento se dio vuelta, años después y me encontré con que mi trabajo pasa sobre todo por escribir y solo marginalmente por dar clases de historia.

¿Cómo es tu rutina como escritor?

Mi rutina como escritor básicamente es sentarme. Permanecer sentado aunque las cosas no salgan. Lo hago a la mañana, a la tarde, trato de estar seis siete ocho diez horas durante el día en posición de escribir. Los fines de semana no escribo y a la noche no escribo, para tratar de adaptar mi ritmo de trabajo a mi familia y a mis pibes creciendo

¿Cómo es tu proceso de escritura?

En mi caso escribir una novela es un añito y medio, dos años de tiempo, pero no escribiendo todo el tiempo, sino en mí hay un largo período de pensarla, pero porque no me largo a escribir hasta que no tengo bastantes claras muchas cosas de la historia y de los personajes, y de dónde arranco y hacia dónde voy. Cuanto más tardo en la etapa previa, más fácilmente sale la segunda etapa.

¿De dónde sacás las ideas para construir tus personajes? 

Suelo pensar mis personajes como de gente común, ordinaria, gente como la que hay en cualquier lugar, que es la gente que puebla mi vida. Esos son los personajes que a mí me interesan.

¿Por qué el desenlace de la novela se produce en una sola noche?

Cuando construí la historia me la imaginaba como si fuera un espiral que va hacia el centro de si mismo como historia, por eso la primera parte de la novela va con el 2000, el 2001, el largo plazo, el corralito, esto de empezar a preparar el plan y después la cosa empieza a acelerarse, la preparación, la ejecución y la noche final en que se definirá todo. La última cuarta parte del libro es una sola noche, la intención es que vos lector sientas la aceleración, que la cosa va cada vez más rápido y hacia el centro.

¿Por qué decidiste volver a O'Connor?

En una novela anterior, que se llama Áraoz y la verdad yo había creado este pueblo de O’Connor y algunos de sus personajes, y me habían gustado, era un lugar en el que me había sentido cómodo, con gente que me caía bien y sentía que tenía más cosas para que le sucedieran, o que en todo caso había antecedentes, sucesos previos a los de Áraoz y la verdad que podían ser explicados y contados.

La Noche de la Usina se sitúa cuatro o cinco años antes de Áraoz y la verdad es como un antecedentes de lo que va a suceder después en ese mismo pueblo.

¿Cómo viviste la crisis del 2001?

La crisis en 2001 a mí me dejó tan herido como a muchos argentinos. Los pocos mangos que tenía me quedaron adentro del banco y esos pocos mangos, que eran dólares me los pasaron a pesos y esos pesos cuando los pude sacar valían la cuarta parte de lo que valían los dólares, y no te estoy contando nada que no hayan sufrido los argentinos que menos sufrieron, porque yo pertenecí a ese grupo que no perdió su trabajo. Yo, profesor de historia con dos millones de horas de clases: ¿cómo salí de la crisis? Dando clases de historia con dos millones de horas de clases. Nunca faltó comida en mi casa porque nunca faltó trabajo. En ese sentido hubo muchísima gente que la pasó peor que yo.

¿Utilizás el absurdo para descomprimir las situaciones?

A lo mejor, consciente o inconscientemente, le propongo a los lectores cuando venimos como muy cargados de algo, a mí mismo me sirve cuando escribo, si estoy atravesando una zona muy densa de la historia, salir con una cosa más ligera que me permita salir con menos presión, que estén planificando y atemorizados, y mirá si vamos presos, y que a los hermanos López se les ocurra comprarse un celular en un tiempo y un lugar donde es al divino botón tener un celular y los demás no pueden creer que puedan ser tan estúpidos y se pongan a burlarse de eso.

¿Qué sentís por haber ganado el Premio Alfaguara?

Así como el Óscar fue todo un reconocimiento y toda una oportunidad de trabajo para mí en el mundo del cine, pienso que el premio Alfaguara es equiparable en el mundo neto y específico de los libros.

Con la parte económica del premio, lo que ya hice fue comprar dos departamentitos para mis hijos. Ahora son adolescentes pero para que tengan algo para arrancar. Así como El Secreto de sus Ojos me permitió comprarme una casa, el premio Alfaguara me permite comprar dos departamentitos. Ya que la literatura que me haya llevado tres techos, ya estoy sobrado.

¿En qué te inspirás para escribir cuentos de fútbol?

Creo que la inspiración es una cosa medio oscura que está a medio camino entre lo que veo, lo que escucho y lo que imagino. En general mis historias son inventadas, pero claro, juego al fútbol, voy a la cancha, miro fútbol por televisión, escucho fútbol por radio, entonces hay elementos de la realidad que se van filtrando aunque el modo de filtrarse sea variable y sea muy difícil discriminar qué se tomó de la realidad y qué es ficción. Es una amalgama más difícil de separar.

¿Qué pensás del escritor uruguayo Eduardo Galeano?

Para mí Galeano es uno de los más grandes autores ríoplatenses que escribió sobre fútbol. Me animo a meter ahí a Fontanarrosa y Soriano de lado argentino y a Galeano del lado uruguayo. Es distinto lo que dejaron, pienso en El fútbol a sol y sombra, lo de Galeano son chispacitos, pastillitas, más que como cuentos más largos, de un conflicto largamente madurado como puede ser Soriano y su fútbol patagónico, o los de Fontanarrosa y esa cosa humorística de Fontanarrosa, a lo mejor el más lírico, y lo pienso mientras hablo con vos, sea Galeano, lírico en esto de condensar el significado en apenas cuatro párrafos y dos o tres imágenes muy fuertes, y con un grado de emotividad muy alto, y Fontanarrosa el más humorístico, al que le gustaba más jugar con el absurdo, mientras que Soriano el más estructurado, organizado, los cuentos más sólidos en tanto cuentos.


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