La eterna promesa V

¡Apretala!

No sé quién dijo que pateo bien los tiros libres. Pero acá estoy. El juez cuenta los pasos. Queda poco. Mi lesión ya es historia, mi tobillo de elefante está sano y salvo. Con el empate seguimos en camino para pelear el ascenso.

¡Es hoy! Valdi me dice que le dé al arco. Que la termine, así pasa el tiempo. Fácil consigna. Es darle nomás. “Como sabés, botija”, grita uno subido al alambrado. ¿Como sé? Si yo nunca hice esto... ¿Qué dice? Ni en las prácticas… Mirá si me voy a quedar más tiempo entrenando pudiendo ir a jugar al play a casa. Forlán hay uno solo.

Otro señor con un vozarrón grave me da la orden: “¡Apretala!”. Y me pone en un dilema. ¿Qué es eso de apretarla? Siempre tuve esa pregunta. Hasta donde sé, la pelota se patea, no se aprieta. Supongo que querrá decir que le pegue fuerte. ¿No? Yo qué sé. Si la aprieto con las manos, es mano y si lo hago con los pies es retención. Ergo, será darle candela.

Los muñecos de enfrente se adelantan y el lineman los obliga a retroceder. “Un pasito más atrás por favor…” Un pasito para atrás, para atrás, para atrás… Qué temón… Ni bola dan los soldaditos, se paran donde quieren.

Vuelvo a acomodarla y le doy un beso como hacía Juan Román Riquelme. Haciéndome el sota la giro y la pongo medio metro más atrás. La vi en la Premier esa, no falla. Analizo qué voy a hacer. Ni la más santa idea. Y qué sé yo… Bueno… Ya está, la aprieto.

Me convencí sin fundamento alguno de algo que tampoco tiene fundamento. Para vos, Sócrates. Calate ese razonamiento. Lógica pura. Pita el juez. La gente se ilusiona. Los murmullos se callan. En silencio se pronuncian plegarias para el flaco de arriba. Dame una, Diosito.

Seis pasos, más o menos, y la esperanza de que mi zurda se cargue de fuerza para “apretarla”. ¿Apretarla? ¿Estás seguro? Llegó el momento. Ya a esta altura… Me paro en puntitas de pie y respiro como Cristiano Ronaldo, repiqueteo, unas zancadas y un tremendo zapatazo. Al pasto.

De asco la pelota agarra un vuelo cruzado y como trazando una diagonal se va abriendo hacia la derecha. ¿No me digas que la agarré como Roberto Carlos y ahora la pudro en el ángulo? No, claro que no. Pega en el banderín y se va al lateral.

Pitazo y chau partido. Seguimos en la pelea por el ascenso. Risas y caras de espanto me intimidan pero yo estoy orgulloso de que hice lo que quería el DT. La terminé… Me miro los dedos. Se me rompieron los championes. Pucha che… eran los de Messi. Qué berretas estos Adidas.

Championes rotos, un pifie nunca antes visto, pero la satisfacción de que cerré el partido en empate. Está bien, sí, capaz no soy más que una eterna promesa.


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