La eterna promesa VII

Marca férrea y sin fisuras.

Ganábamos 2-1 cuando el DT rival mandó a la cancha a ‘Gambetita’ Siluci. 10 de la Selección. Crack y pico que había venido al país a jugar unos meses mientras esperaba que su señora tuviera su primer hijo.

¿Qué importa esta historia? No sé. Lo que importa es que mi máximo ídolo estaba ahí. En frente. Pasó corriendo por el banco y un chorro de baba mojó mis botines. Nuevos. Nike. Porque los Adidas eran mufa.

Era él: ‘Gambetita’. Dos minutos en cancha y una obra maestra: tiro libre de 40 metros que cuelga en un ángulo. ¿Cómo hizo? Ni la más santa idea. Por dentro aplaudo. 2-2. Necesitamos ganar.

Se lesiona el ‘Chueco’ Barrialja. “¡Pendejo, cambiate que entrás!”. ¿Yo? Un compañero me empuja mientras pienso si me habla a mí. “¡Dale, hermano, dale!”, y el apuro de Valdi.

Busco la 38. “No me quedan jugadores, te lo tengo que pedir a vos: entrá y hacele marca personal a Siluci. Como en el FIFA, vos que estás todo el día jugando a esa porquería: marca férrea y sin fisuras”. ¿Yo? ¿Está loco este muchacho? De asco sé atacar. ¿A Siluci? Para bailar me voy a Azabache.

Levanta los brazos el lineman. Pita el juez. No entiendo nada. Sigo algo perdido pero ahí voy. Un pique y quedo al lado de mi ídolo. “¿Sos vos?” le pregunto. Me mira y se ríe. No lo puedo creer. ¡Me vio!

Recibe de espaldas el astro y ahí estoy besando su número 10. Va a girar pero mi pie derecho le dice que no. Robo y despejo de zurda en una acrobacia digna del Cirque du Soleil. Perdonen mi francés…

Me mira Siluci con cara de enojado. Me sale del corazón un tímido “perdón”. ¡Gol! ¿Gol? 3-2. No sé quién ni cómo. Estaba mirando a mi ídolo. Cómo quiero esa camiseta… “¿Me la das?” le pregunto como un niño. “Sí, pibe, cuando termine el partido es tuya”, contesta.

Mis compañeros me señalan, abrazan y felicitan por la jugada. ¿Qué hice? Alguien que me diga. Parece que mi despeje fue un pase largo perfecto para el ‘Rayo’ Mendiguez y terminó en un golazo. Da igual, no me importa. ¡Me va a dar su camiseta Siluci!

Me despisto y arranca el crack desde media cancha. Lo sigo como puedo. Pasa a uno. A dos. ¡Qué genio! A tres. Sigo desde atrás esperando el momento justo. A cuatro. ¿Cómo hace? Pasa al quinto y solo queda el arquero. No tengo otra. Un pie y seis tapones por tobillo para que una voltereta lo deje tendido en el piso. Penal. Roja. Fractura de su tobillo derecho.

Me quiero morir. Lesioné a Siluci. Mínimo 6 meses afuera. Lo dejé sin Mundial. Penal. Gol. 3-3. Me quieren comer vivo propios y ajenos. El país me odia. Lo lesioné a Siluci. Pensar que Valdi me había dicho que lo marcara sin fisuras. ¿Me dará su camiseta?

Otra macana en mi carrera y otra chance más para seguir confirmando que no soy más que una eterna promesa. Y ahora, una eterna promesa odiada.


Las Más Vistas