La eterna promesa XI

Un cuento chino.

Desesperado por irme del club ya que el presidente me odiaba, los hinchas me guardaban rencor, los compañeros no me la pasaban mucho y el técnico seguía siendo Valdi (la imitación más barata y trucha que vi del gran Marcelo Bielsa) me decidí por buscar un representante.

Sé que por lo general es al revés, desde juveniles te van a mirar y en determinado momento llega la llamada mágica de un señor de traje que dice que quiere ser tu agente. Te da championes, casa, plata, un auto y demás. Pero no. Obviamente, eso no me pasó.

Y dicen que si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a tener que ir a la montaña. Ni idea quién es Mahoma ni a cuánto queda la montaña, si es necesario lo busco en Waze, pero no entiendo el dicho, de última se llamaban por Skype.

Pero ta, resumiendo, porque suelo irme por las ramas: fui en busca de un representante. Consulté a los pocos amigos que me dio el fútbol pero no llegué a buen puerto por ahí. Hablé con quien pude y de pronto uno me dio una data interesante… Un club chino había mandado agentes en busca de jóvenes talentos. No se habla más, es la mía.

Partido intrascendente de locales contra un rival de mitad de tabla. Valdi me dice el viernes que voy a ser titular. Sin dudarlo voy al shopping, gasto mi sueldo en championes verde flúo para no pasar desapercibido, voy a la peluquería a por un retoque mágico, de esos que solo mi peluquero Nacho puede hacer, y para terminar paso por mi tatuador en busca de alguna frase escrita en chino, como para guiñarles el ojo. Yo, inteligencia.

La falta de ideas terminó con un “Mamá te amo” en ese idioma inentendible. Seguramente me tatuó alguna boludez y nunca me voy a enterar. Pero qué más da… Todo listo, mañana soy yo.

De atrevido le robo la 10 al utilero y no me importa nada. 15’ del primer tiempo cuando recibo contra la banda izquierda, hago la de Neymar, muevo todo el cuerpo para la derecha sin tocar la pelota, el marcador sigue de largo en busca de algo del quiosco y me deja la banda libre.

Y como Bale contra Bartra arranqué por la punta como caballo desbocado… El 5 quiso agarrarme pero pobre, a comer polvo. Enfilo contra el arco y voy de frente contra el 2. En el medio me la pide el ‘Mudo’ Santos, un nueve que si hay algo que sabe hacer es paredes. Es albañil además de futbolista… Dicho y hecho, pase, devolución perfecta y de primera, ante la tibia salida del arquero, se la pico como le gusta a Messi.

Qué golazo… Haciéndome el buen compañero lo señalo al ‘Mudo’ y nos fundimos en un abrazo. Lo que jugué ese primer tiempo… Dios mío… Tiraba firuletes cual Falcao, pero no el colombiano, el brazuca de fútbol sala. Triangulaba, picaba, hacía relevos, todo.

Cualquiera diría que la promesa dejaba de ser eterna… Relojeaba a cada minuto al palco en busca de los chinos con sus libretas. Veía que anotaban y anotaban… si no me vendo hoy, muchacho, no me vendo más.

En el segundo tiempo demostré lo que quedaba de mi repertorio, conecté un centro de la derecha del ‘Payaso’ Landoni con una tijereta espectacular y ahí el 2-0. Fui directo a preguntarle a los fotógrafos si habían logrado capturar el momento. Ese fue mi festejo.

10 minutos más tarde el muy botón de Valdi me sacó. Como los chinos no sabían nada de mi pasado, me fui al trote aplaudiendo a las 4 tribunas, como si fuese un ídolo del club. Beso al escudo, saludo con el juez, abrazo con el ‘Verdurita’ Caviglia, nuevo valor del club que entraba por mí y a rezar por China. Ganamos 2-1, fui la figura.

Al salir del vestuario, un dirigente del club me agarra del brazo y me presenta con los chinos… Me dice que me quieren llevar para allá. No les puedo explicar lo que fue ese momento…. Saqué el celular y le mandé a mi madre: “Ma, nos vamos a China”.

No se asusten, el cuento termina así. Sí, como querían, una buena… Un gran paso en mi carrera, un partido de despedida para encuadrar y el comienzo de mi peregrinaje por el exterior. Y a los que dicen que soy una eterna promesa, que la sigan… Este… Como dijo Maradona… Eso…


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