La eterna promesa XIII

Me voy, como se han ido tantos.

Todo lo anterior quedó en el pasado. Qué redundancia más grande para arrancar un cuento. Que me perdonen Neruda, Borges, Bolaño, Galeano, Martí, Benedetti y el resto de la banda. Espero que mis textos no les lleguen allá arriba por ninguna red social.

Les decía… mis incontables fracasos son ahora parte de la historia. Voy camino al aeropuerto pensando en todo lo que me costó llegar hasta acá. Hasta el aeropuerto. En realidad le costó a mi representante, el remise lo paga él.

Nunca había ido hasta el nuevo. Y al viejo tampoco. Soy como un niño de 4 años, si no me dicen qué hacer y cómo seguir ni siquiera paso la puerta automática. Mucha tecnología para mí.

Algunos medios esperaban en las inmediaciones mi partida. Se ve que hay poquito para comunicar… Me preguntan qué siento al haber logrado un pase millonario para el país, en donde el club que me vio nacer se vio altamente beneficiado con 7 millones de dólares.

Nacer me vio mi madre y dijo que era bastante feito… Pero la respuesta me salió del alma: vergüenza porque yo no valgo eso y y enfado porque el club no merece un peso. Se rieron creyendo que lo decía en broma, pero no. Igual, qué más da, lo bueno es que me van a recordar como el pibe que salvó al club. Económicamente, claro está, porque deportivamente hice todo lo contrario.

Otro periodista consulta sobre cómo será mi adaptación, si estuve investigando sobre la ciudad, el equipo, los compañeros, la cultura. Aguantá, macho, no sé ni dónde queda China.

Obviamente eso respondí en mi mente, de mi boca salió un: “No, sí, claro. Con mi familia estuvimos indagando, poniéndonos en contacto con una cultura tan rica, apasionante y variada como la china, y con mi representante evaluamos al equipo, su impresionante historia y su plantel actual. La verdad, estoy muy entusiasmado por todo el aprendizaje que esto significará para mi vida”

¡Alguien que traiga un extintor que creo que algo se prende fuego o llené de humo el aeropuerto! Algunos niños que andaban por ahí me pidieron fotos, calculo que me habrán confundido con Cavani o algo… Un ingenuo infante me comentó que quería además un autógrafo, que era fana mío. Firmé y atiné a acariciarlo con gesto de compasión, pobre pibe… habiendo tanto jugador por ahí, justo a mí me elige de ídolo.

Una voz que no sé si era de la madre de Dios o de quién, apareció de manera mágica para decir que los pasajeros con destino a China, debían embarcar por la puerta 4. Abracé a mi tía la macumbera, besé en la frente al niño fan que lloraba ante mi ida y embarqué (aunque no soy un transformer como para hacerme barco, por lo que no entiendo por qué le dicen así) con mi madre y mi representante.

Lo que vieron mis ojos al pasar esa puerta 4 fue el paraíso, creí estar muerto, busqué a San Pedro para tocar a dúo el arpa pero no estaba: conocí el FREE SHOP. ¡Agárrense de las manos! Cacé un carro y lo llené de ropa, perfumes, cremas, lentes, chocolates, caramelos y parlantes. Mi representante intentó impedir mi primera compra, pero le clavé la mirada de Lugano y pasó tarjeta sin dudar.

Una fotito para las redes sociales con mis nuevas gafas: “Gracias a todos por los mensajes, ¡llegó el gran día! Qué lindo que es el fútbol” y hasta mañana.

Otra vez la mujer de Dios apurándome para subirme al avión, un miedo y mareo instantáneo sin siquiera pasar el túnel y hasta acá llego que me quedo sin Internet.

Se termina la primera temporada de “La eterna promesa”, volveré con “La etelna plomesa” para contarles sobre mi viaje y el fútbol chino. No en vano cierro con el cuento número 13, el de la mala suerte, mi verdadero número.

No se olviden de mí, que me voy pero les juro que mañana volveré. Qué temón. No sé si mañana ‘i’ll be back', como Terminator. No lloren, esto es solo un hasta luego. Bueno, pensándolo bien sí, mejor lloren, así puedo contarle a mis futuros hijos que con mis palabras emocionaba a los lectores. Y como dijo un viejo sabio: va bala.


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