La Eterna Promesa XIX

Envidia con v de venganza.

En el fútbol, igual que en la vida, la envidia abunda. Y entiendo que a todos nos puede pasar, ver algo que otro tiene y decir “pah, qué bueno estaría tener eso”. De hecho crecí viviendo eso en carne propia… Como dijo Maradona, cuando era chico vivía en un barrio privado, privado de agua y luz… Pero el problema de la envidia es cómo la canalizamos. Tenemos que tomar a la envidia como un motivo de lucha, no contra alguien, sino como motivación. Nunca debería transformarse en desearle el mal a ese otro que tiene lo que quiero. Bajala por Ruffini, Paulo Coelho. ¿Eterna promesa sos vos? ¿Te sentís bien? ¿Ayer no sabías leer y hoy hacés reflexiones de la vida? ¿A quién te comiste? Will Smith me pide consejos a mí… Pero no me distraigan, que venía a contarles una historia divertida. Voy. Llegar a China como una estrella del fútbol mundial no es fácil… me contaron, obvio, yo llegué como una promesa. Pero mi adaptación sorprendió a varios. Ni el más creyente se imaginaba que iba a estar rindiendo como lo estoy haciendo. Cuando llamo a mi madre después de los partidos para contarle lo bien que me fue, va y se fija en Internet porque no me cree. A ese nivel… Y ese buen rendimiento, es éxito, atrae, entre otras cosas, a la envidia. Los planteles de acá no son como en Uruguay, acá no somos amigos, casi ni hablamos. Entrenamos, jugamos y listo. Sudamericanos solo somos 3, yo, un argentino y otro colombiano. El burro adelante para que no se espante. El argentino es crack, el tema es que tiene estudios, como Forlán, entonces es demasiado inteligente para mí. Pero nos llevamos bien. El tema es con el otro sudaca, el colombiano. Pablo Escobar, vos tranquilo, no es con vos el tema, nada de “plata o plomo”. Desde que llegué, el colombiano en cuestión me tiene en la mira. Él está hace años en China y es titular indiscutido. Va, era. En pocos partidos le copé la parada y ahora es suplente mío. Esto con el Patrón del mal no pasaba, ya sé. Por lo general, en las prácticas que hacemos fútbol, el muy bicho me marca siempre con la intención de que una “patadita” me haga perderme el próximo partido. ¿Mala leche? No, manzana acaramelada. Pero el otro día colmó mi paciencia. Me tiró una patada que si me llegaba agarrar estaba escribiendo este cuento desde el sanatorio. Algo tenía que hacer… ¿Pegarle una buena piña? Nah, si no puedo pegar ni las figuritas del Mundial. Así que, sin vueltas, le dije: te voy a hacer tres caños. Parecido a lo de O’Neill con Rotundo en un Peñarol-Nacional. ¿No lo vieron? Acá va: (https://www.youtube.com/watch?v=10g8GMVLWN0) Y a darle. En la primera le tiré un caño, hermoso. A los pocos minutos, el segundo. Otra belleza. Pero tenía que terminar la tarea, faltaba el tercero. Pobre colombiano estaba rojo como los números de Ancap. ¿Cómo estuve? Me fui del país pero me mantengo informado… La cara del moreno decía todo, me quería quebrar. Pero no me podía rendir, le había prometido tres. Y dicen que no hay dos sin tres. A por ello. Recibí por la banda y le fijé la mirada. Pelota abajo de la suela y a pura pisada me fui acercando. Cuando ya lo tenía cerca, frené. Le sonreí. Para qué… se ve que toqué una fibra que no tenía que tocar. Sin mediar palabra me saltó como Jackie Chan. Pero se olvidó de un detalle… No cerró las piernas. Pisada de frente y un túnel para encuadrar. ¡Olé! Después salté justito. Lo único que pudo impactar el envidioso fue el pasto. Se le trancó el tobillo y giró horrible sobre su propio cuerpo. Feo, feo. Se lo llevaron en camilla. Rotura de ligamento lateral de la rodilla. Vaya, colombia, vaya a llorarle a Escobar. 7 meses afuera. Así que, fiel lector, usted ya sabe, si le tiene envidia a alguien, no lo ataque, no lo provoque, porque puede que ese alguien sea #LaEternaPromesa. No, mentira. Simplemente no lo ataque. Viva y disfrute. Paulo Coelho, devolveme el lápiz que quiero terminar el cuento yo… Colorín colorado, este capítulo ha acabado. Como la carrera del colombiano en China. Je, debería hacer standup…


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