La eterna promesa XXII

Quisiera ser papel…

¡Para estampar mi lápiz en papel madera! Ah no, la canción dice “quisiera ser un pez, para mojar mi nariz en tu pecera”. Y no, ¡qué asco! Ni quiero ni ser un pez ni quiero meter mi nariz en ninguna pecera. Me jugó una mala pasada la rima. Las disculpas del caso si me imaginaron desnudo en una pecera. ¿A qué viene todo esto? A que el fútbol no dura para toda la vida, la carrera es corta y de algo tengo que vivir el día de mañana. Ser un escritor de renombre me copa tanto como cuando me mandan dulce de leche desde Uruguay. Bueno, tanto no… Si bien estoy ganando muchísima plata, estoy gastando muchísima también. Muchos me dirán que ahorre, que no sea bobo, que no me dé lujos innecesarios o que ellos con mi plata harían tal y tal cosa. Pero déjenme decirles, primero que nada, que es mi plata, no la suya. Y segundo, que yo nunca tuve nada. Mi madre trabajaba más horas de las que tiene el día para que yo pudiera comer y entrenar; y hoy, ya con 22 años, quiero que pueda recuperar los años que perdió por mi culpa. De más está decir que ella ya no trabaja más, vive conmigo y está haciendo todo eso que siempre quiso hacer. Cursos de internet, de cocina, de alta costura, de chino y de inglés, son solo algunos de los proyectos en los que anda. Y ante lo que ella quiera, mi respuesta es “sí, má, dale para adelante, yo te lo pago”. ¿Es necesario tener un Ferrari? No. ¿Y dos? Menos. ¿Y tres? No, mentira, tengo dos nomás, la camioneta es Audi. ¿Son necesarios los dos armarios llenos de ropa? Efectivamente no. ¿Es necesario que la tele sea más grande que la pared? Y… no. ¿Es necesario ir a manicura y pedicura dos veces por semana? No, sin duda un exceso. ¿Es necesaria la presencia de un muñeco gigante de Deadpool que valió 20 mil dólares en el living? Capaz que no. Va, no sé, ¡está tremendo! Pero bueno… estoy viviendo todo eso que vi en otros y soy libre de hacerlo, estoy entendiendo lo que se siente no mirar el precio. Lo quiero, lo compro. Así de simple. Pero en serio, antes de juzgar y opinar sobre el accionar del otro en su vida, piensen si no lo hace por alguna razón. Perdón que exterioricé, pasa que quise hacer como en las películas que escriben mientras toman una copa de vino y ya voy como 4, además de que mi psicólogo se fue a dar unas charlas a otro país y hace semanas no tengo sesión. Pero volviendo a lo importante: “quisiera ser papel”. Y no ‘Papelito’ Fernández, papel de verdad: un libro. Es una especie de sueño que tengo. Empecé escribiendo sobre mi vida porque me dijeron que era gracioso todo lo que me pasaba y de a poco le fui agarrando el gustito. ¡Qué lindo sería ver mis cuentos impresos! ¿Se imaginan? “Hola, ¿tienen el libro de La eterna promesa?” ¡Me vuelvo loco! Para que se hagan una idea de lo que generaría en mí, me enteré el otro día que hay pegotines míos en varios termos y autos de Uruguay y lloré tres horas de corrido… Y como uno nunca sabe dónde puede estar esa otra persona que nos puede ayudar, planteo en este cuento la pregunta: ¿y si hacemos un libro mío? ¡Yo les doy las historias, los cuentos y mi imagen, ustedes encárguense del resto! Editoriales, les juro que me leen grandes y chicos, hombres y mujeres, fanáticos del fútbol y también anti-fútbol. “La eterna promesa es pueblo, es familia”, como dijo el ‘Cebolla’ Rodríguez. Y Teledoce no me deja mentir, ahora con esto del interné hay estadísticas y todo. Sé que no me voy a hacer multimillonario por eso, pero un libro es un libro. Me quedaría cortar un árbol y comprar un hijo nomás. ¿Era así? Me suena raro… Pero en fin: ¿me ayudan?


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