La Eterna Promesa XL

Ahora después.

No puedo empezar este cuento sin aclarar algo que quizá malinterpretaron de lo que dije en la escritura anterior. Si bien me gustaría jugar en Danubio, no sería ya. Tengo contrato por dos años, recién llevo unos pocos meses acá en el Grasshopper y quiero ascenderlo a la A. Me gusta contar historias pero mucho más hacer historia. Así que, gente amorosa del Danu que me contactó por redes sociales, nos vemos ahora después. Que es como decir “ahora”, pero también “después”. Es un vacío legal en la línea del tiempo. Una frase tan perfecta como absurda que te da libertad total. ¿Cuándo es “ahora después”? Ni idea, man. Pero en algún momento será. Así que corto en seco con la ilusión de los franjeados, cambio de tema y vuelvo a mi actualidad en Suiza. Cual Bart Simpson, debería ponerme a escribir en el pizarrón: No jugar al fútbol 5 mientras estás en competencia, no jugar al fútbol 5 mientras estás en competencia, no jugar al fútbol 5 mientras estás en competencia… ¡Qué tarado que sos, pibe! O sea, que tarado que soy. Me quise hacer el Carlos Tévez siendo el jugador del pueblo y me sumé a un picadito que estaban jugando unos niños en una plaza. Digo “en una plaza” y ustedes se imaginan una de Uruguay, pero no, acá hay canchas de fútbol públicas que están mejor que el 95% de las canchas de Uruguay. No tengo pruebas pero tampoco dudas. El pasto es un sintético hermoso, las redes de los arcos son perfectas, hay tribuna, tanteador digital, dispensadores de agua, bicicletas fijas para hacer calentamiento, vestuarios, es magnífico. Pero debo citar a Mujica: “como te digo una cosa, te digo la otra”… Así salen los nenes suizos, son más chetos que los chetos. No conocen el barro, no les gusta ensuciarse, te miran de reojo si los trancás fuerte, se empilchan como si fuera la Champions League… les falta mucho baby fútbol uruguayo. ¿A qué venía todo esto? Ah, sí. A lo estúpido que fui. O soy… Me pidieron que jugara un rato y quise cumplirle el sueño a esos botijas. Estuve en su lugar y me hubiese encantado que un ídolo mío lo pateara un rato conmigo. Al principio del partido chiveaba nomás, paradito tiraba algún truco y fácilmente dejaba menores no infractores por el camino. Pase va, pase viene, gol, pase va, pase viene, gol. Pero sus caras de admiración me motivaron. Me afilaron y le puse más ritmo al picado que DJ Alex a un tema de Reik. *Si no conoce a DJ Alex, Youtube lo va a sorprender, te hace bailar música de Beethoven igual. Pero me endulcé y el dulce pica los dientes. Queriendo hacer el gol Maradoneano, me avisó el posterior. “Me avisó el posterior” es una forma muy futbolanga de decir que tuve una contractura, un dolor muscular. Y el posterior es el que está detrás de la pierna y abajo del totó. La cola. Así que, en español, me contracturé feo. El tema es que no iba a poder justificarlo al día siguiente en práctica. Está en el contrato que firmé, no puedo hacer ninguna actividad deportiva afuera del club. Y cuánta razón tienen… Puse cara de nada y entrené como un campeón a la par de mis compañeros jueves y viernes. Quien me veía seguro pensaba que tenía una pata de palo o me sentía mal del estómago, pero yo ni “mú”. Llegó el partido del sábado y el DT me pregunta: “¿Estás para jugar?”. ¡MA’ VALE’ QUE SÍ! Soy “el uru”, tengo huevo. Y muy pocas neuronas. Primera jugada, minuto 2’, intento ejecutar una corrida en velocidad ante un pase largo y cual si fuera un balazo, siento como si me clavaran un puñal en el posterior. Desgarro de 4 milímetros, 21 días afuera, una puteada en suizo que entendí perfectamente y un 0-2 para resignar la punta en la tabla. A todo esto, ojalá que el mister no lea mis cuentos porque se estaría enterando en este momento el porqué de mi lesión. Algo que me dejaría, en consecuencia, sin club. Hola, Danubio, ¿todo bien? Jeje. A rezar porque no me lea y porque mis compañeros se pongan las pilas y puedan ganar algún partido a pesar de mi ausencia. Dirán “qué creído”, pero no, soy el corazón, el alma y el cuerpo de este equipo. Me falta tirar el centro y después cabecearlo nomás… Igual, no me arrepiento tanto, la sonrisa en la cara de esos niños y la foto que se llevaron, me sirve de consuelo. Ah, y antes de cerrar esta patética anécdota, en un acto que me enaltece, voy a tener el gesto de saludar a Felipe Cotelo por su cumpleaños. Si bien hemos tenido muchos encontronazos, un fan es un fan. Entiendo que quieras ser como yo, pero lamentablemente no va a ser posible. Eterna Promesa hay una sola, y soy yo. Salud, guacho, te mando un abrazo. Cuando vaya a Uruguay te llevo una pilcha de regalo así subís foto al Instagram…


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