La historia de Marcela Cozzo, creadora de las pinturas sensoriales Aromarte

Las pinturas sensoriales que conjugan colores, aromas y textura resultan en un medio para la expresión infantil mucho más completo que los conocidos previamente.

Nací en Montevideo y fui siempre al Liceo Francés.

No sabía lo que quería ser de grande, aunque sabía que iba a estudiar una carrera. En mi familia el estudio era muy valorado, además a mí me gustaba estudiar. Fui rebelde pero estudiosa. Por mis comentarios, de niña me llamaban “Mafaldita”.

Era hiperactiva. Para que me cansara mis padres me enviaban a clases de todo tipo de cosa: empecé a aprender inglés a los seis, hice gimnasia, natación, yudo, guitarra, máquina y seguramente alguna cosa más. Yo pedía para ir a clases de pintura, pero nunca me mandaron “porque era caro”.

De grande, me gustaban por igual las ciencias y lo humanístico. Entré a Facultad y, como salvé los exámenes, a los 25 me recibí de Ingeniera Química. Creía que hay personas que tienen una vocación y otras que no, y que yo no la tenía. El tema no me preocupaba. Cuando me recibí empecé a trabajar. Lo que si tenía claro desde niña era que cuando fuera grande iba a ser capaz de autosostenerme en lo económico, depender de alguien no era una opción. Y mi profesión me lo permitía.

Tanto mi madre como mi padre me marcaron en lo profesional. Los dos eran Químicos Farmacéuticos. Mis abuelos paternos también lo eran. No fue casualidad mi elección.

Mi madre tenía un cargo importante y un muy buen sueldo, en una época en que eso no era usual. A mí me gustaba que mi mamá fuera así. Nos enseñó a mi hermano y a mí a invertir bien nuestro tiempo. Ella se hacía cargo sin dificultades de su rol de madre y de su trabajo. En mi familia las mujeres trabajaban por vocación, ella fue el ejemplo más cercano.

Mi padre y mi abuelo paterno fueron químicos, los dos crearon microempresas en las cuales desarrollaron productos nuevos. Para mí inventar fórmulas era algo natural.

A pesar de mi rebeldía, tomé el modelo de mujer de mi madre, la profesión familiar y el modo de ejercerla de mi padre y mi abuelo. Aún necesitaba encontrar mi camino personal.

Trabajé como Ingeniera Química en el ámbito privado, en el público y tuve un cargo en la Universidad. Paralelamente desarrollé mi propia línea de pinturas infantiles en el local de la que había sido la empresa familiar. Agradezco y valoro haber vivido de mi profesión este tiempo. Sin embargo, luego de unos años estaba convencida de haberme equivocado de camino.

Cerca de los 40 años descubrí las terapias alternativas y allí encontré mi verdadera vocación. Desde entonces estudié diversas disciplinas: psicogenealogía, feng shui, sistemas florales y otros, astrología, gemoterapia, programación neurolingüística. Integrando estas disciplinas, desarrollé un método terapéutico propio.

Fue entonces que cree Aromarte, y que por fin cobró sentido haber estudiado Ingeniería Química. Por primera vez sentí una verdadera realización profesional.

Aromarte es un proyecto que combina diferentes disciplinas. Su producto son Pinturas Sensoriales, con una excelente pigmentación, además de aromas y textura, lo cual convierte las artes plásticas en una experiencia sensorial integral e involucra todos los sentidos. Cada color tiene un aroma que lo caracteriza y permite la creación de relieves que se pueden leer al tacto, facilitando el acceso a las artes plásticas a personas ciegas y de baja visión.

Aromarte propone convertir la pintura en una experiencia sensorial que abarque todos los sentidos, no solamente la vista.

La investigación que llevó al desarrollo de la Pintura Sensorial tuvo lugar en 2011 con apoyo parcial de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII). Durante el 2016 el Programa Empresario- Emprendedor de la Cámara de Industrias significó un gran aporte para el proyecto.

Me interesa trabajar en contacto con los que fueron desde el primer momento los destinatarios de la invención: las personas con discapacidad visual. Por eso estoy en continuo contacto con las instituciones correspondientes: UNCU, la Unión Nacional de Ciegos, con el Instituto Nacional de Ciegos, el Instituto de Rehabilitación Tiburcio Cachón y también con las escuelas especiales para niños con discapacidad visual.

A partir de Aromarte fue que creé “Ver desde el alma” para la inclusión de las personas ciegas en la sociedad a partir del arte, el cual fue declarado de Interés Cultural por el Ministerio de Educación y Cultura.

En el marco de este proyecto, me dedico a realizar diversas actividades de carácter humano, artístico y social. Tan importante ha sido esto que en el año 2012 cerré la planta industrial para dedicarme enteramente a la parte social del proyecto, especialmente al dictado de talleres de pintura para personas ciegas y de baja visión. Es algo que me hace muy feliz. Sin duda este proyecto me ha marcado mucho. Mis alumnos ciegos de pintura son un ejemplo de vida, tienen toda mi admiración.

Otra forma de incidencia en la comunidad es por medio de actividades de sensibilización sobre el tema de la discapacidad visual que llevo adelante en escuelas, colegios y en otras instituciones para niños y jóvenes.

Además llevo a cabo talleres de arte inclusivo en los cuales participan personas ciegas y de baja visión, junto a otras que ven bien. En estos talleres, la propuesta consiste en abordar la pintura desde todos los sentidos, sin centrarse en lo visual.

Lo que más me llena de los proyectos que he desarrollado es que integran mis diversas facetas: mi lado científico, mis intereses humanísticos y artísticos y mi condición de terapeuta alternativa, que es el fuerte de mi trabajo docente. Empleo diferentes técnicas terapéuticas para comunicar con mis alumnas y facilitarles el encuentro con la expresión individual.

Desde 2012 Pintura Sensorial no se comercializó hasta 2016, cuando asumí nuevamente un compromiso a nivel empresarial. Entendí que el único modo de hacer llegar esta herramienta a todos aquellos que quieran disfrutarla es lograr que esté presente en distintos países del mundo.

En lo que refiere a la expresión de las personas ciegas, hoy la sociedad considera una rareza que un ciego pinte. Existen varios ejemplos en el mundo de pintores ciegos. Mi experiencia en Uruguay es que son muchos los no-videntes que disfrutan la pintura. Me gustaría que desde chiquitos los niños ciegos supieran que pueden pintar, basándose en el olfato, el tacto y el oído. Y que la sociedad deje de creer que esto es algo extraño. De hecho, la constatación de que las personas ciegas pintan y les gusta hacerlo lleva a reconsiderar el concepto de qué es la pintura y el pintar. Esta reflexión surge habitualmente en el diálogo con artistas plásticos.

Quizás la mayor transformación se dé en el ámbito de la educación en general, trascendiendo el tema de acercar la expresión plástica a quienes tienen alguna discapacidad visual. En nuestra vida, estamos acostumbrados a no registrar los estímulos que nos llegan desde algunos sentidos. Si desde chicos aprendiéramos a atender más globalmente los estímulos sensoriales, el resultado podría ser un cambio muy importante a nivel de nuestra percepción.

El mayor aprendizaje en todo este proceso que comenzó en 2011 ha sido aprender a confiar. A menudo me he sentido avanzando a ciegas yo también. En varias oportunidades intuí el rumbo que debía tomar, sin entender del todo por qué. Me alegro de haber tomado el riesgo de hacerlo.


Las Más Vistas