La historia de Marcela Martínez, una luchadora en busca de una esperanza para el tratamiento de las duras enfermedades del SNC

Marcela nació en Cardal, Florida, un rincón verde entre el Río Santa Lucía Chico y el Arroyo de la Virgen.

Creció siendo la única hija del matrimonio Martínez-Buzi, y fue a la escuela 24, la primera escuela del país en ejecutar el Plan Ceibal.

Pero lejos de los 15 minutos de fama por aquel sonado lanzamiento de las XO, la infancia de Marcela fue muy divertida, aventurera y seguramente más tranquila que la de un niño de la ciudad.

Una villa donde los juegos infantiles se estiraban hasta tarde con los amigos del barrio después de la escuela.

Sus juegos preferidos eran al aire libre. Terminaba apurada la merienda esperando salir pronto a jugar, hasta que se perdían los últimos rastros del sol en el horizonte.

También fue una época de nuevos descubrimientos vocacionales, luego de cursar Bioquímica general, se dio cuenta de que quizá la química farmacéutica no era la mejor opción laboral para ella y decidió cursar también las materias de Bioquímico Clínico.

Para sumergirse de lleno en la industria farmacéutica, empezó a trabajar en una farmacia, con la propuesta de interaccionar con los médicos y asesorar a pacientes polimedicados, pero terminó siendo una experiencia algo frustrante ya que nunca pudo llevar a la práctica estos objetivos laborales. Aun así fue una muy buena primera experiencia laboral.

Siempre ávida de más conocimientos y experiencias, comenzó paralelamente una pasantía honoraria en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, buscando aprendersobre HPLC, una técnica utilizada para separar los componentes de una mezcla basándose en diferentes tipos de interacciones químicas entre las sustancias analizadas y la columna cromatográfica , este era un requisito frecuente en los llamados a laborales del área.

Y aunque en el fondo anhelaba que esta experiencia la ayudara a conseguir un mejor trabajo, inevitablemente se fue involucrando en los estudios que se realizaban en el Departamento de Neuroquímica del Instituto. Y allí, en uno de los centros de investigación más avanzados y prestigiosos del país, Marcela volvió a encontrarse para su sorpresa, con la marcela.

El equipo de Neuroquímica estaba estudiando la “Achyrocline satureioides” (marcela) por su gran potencial antioxidante, con el objetivo de ser utilizada en enfermedades del sistema nervioso central (SNC) tales como el Parkinson y el Alzheimer.

Hoy Marcela es estudiante de Doctorado en Ciencias Químicas y trabaja en el Departamento de Neuroquímica del Instituto Clemente Estable. Hace tres años se recibió de Magister en Ciencias Químicas, y en su maestría llevó a cabo el aislamiento de las principales moléculas responsables de las propiedades antioxidantes de la marcela, los flavonoides y su evaluación in-vitro e in-vivo.

La mayor fortaleza de la investigación radica en que es una planta autóctona del sur de América del Sur, particularmente extendida en nuestro país y de consumo muy frecuente en la población en general. Según nos cuenta, una debilidad que han encontrado a la hora de publicar sus resultados es que el uso tradicional de la planta no es el de neuroprotector oantioxidante.

Los hallazgos de su maestría podrían demostrar el efecto antioxidante de la marcela y llevar apensar en una formulación farmacéutica, en dosis adecuadas y de fácil acceso a la población.

Con la avidez propia de su vocación científica, Marcela regresó recientemente de una pasantía en Belfast, Irlanda del Norte, donde fue a capacitarse en una novedosa técnica, llamada Metabolómica, muy incipiente en nuestro país y que tiene una potencialidad enorme en muchos campos. Sus planes a futuro son seguir aprendiendo de esta técnica y poder aplicarla para esclarecer los mecanismos de acción de estos compuestos.

Sus compañeros del Departamento de Neuroquímica han sido un gran sostén y apoyo en este proceso y el trampolín que la impulsó a adentrarse el apasionante mundo de la ciencia. No todos son logros en el mundo de la investigación científica, las horas y horas de trabajo y de búsqueda están pobladas de momentos donde todo parece salir mal y los resultados no son los esperados, allí es donde el equipo y en especial el tutor han sido fundamentales.

También son importantes los apoyos institucionales, en este momento cuenta con una beca de Doctorado de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), antes fue una beca de maestría ANII y el viaje a Belfast fue financiado por una beca de capacitación en el exterior de ANII.

La vieja y querida marcela, la del té para el dolor de panza de la abuela, la del mate con yuyos de la media tarde, hoy da una esperanza para el tratamiento de estas duras enfermedades del SNC que hasta el momento no tienen ninguna estrategia terapéutica y eso es lo que hace a esta investigación tan cercana a la gente y a la vez tan sorprendente.

La perspectiva de Marcela cambió de manera irreversible, ya no se concibe sin los cuestionamientos propios de la búsqueda científica. Su natural curiosidad ha encontrado la válvula de fuga en la ciencia, que le permite ir saciando paulatinamente su sed de conocimiento. Pero nada sería posible sin su capacidad de reponerse a los fallos o a las preguntas sin respuesta, porque son la esencia misma de la búsqueda en la ciencia.

Marcela no ha dejado de aprender, desde su acercamiento a la química en el liceo, a mantenerse abierta a las nuevas oportunidades y a dejarse sorprender por lo que la vida le va poniendo en el camino.

Su pasión no solo es contagiosa, sino que genera conocimiento y ese conocimiento genera esperanzas para el tratamiento de enfermedades que aún no lo tienen.

La impulsa siempre encontrar estrategias terapéuticas para una enfermedad que le tocó vivir de cerca y que implica un deterioro progresivo del paciente y todo esto a través de una planta que marcó su infancia y su relación con su abuelo.

Recientemente se involucró con la Fundación Canguro, un proyecto que la tiene fascinada según sus propias palabras y con el que siente que devuelve algo a la sociedad, de lo que la ciencia le ha dado a ella. La Fundación Canguro brinda nutrición afectiva a recién nacidos y bebés, que por diferentes razones no pueden contar con los cuidados y dedicación que necesitan, bajo la convicción de que esto impacta significativamente en su salud física y emocional.

En este nuevo proyecto combina perfectamente la bioquímica y la ciencia, ya que está escribiendo un proyecto en equipo, para poder cuantificar el cortisol (principal hormona del estrés) en la saliva de los bebés que están con Canguros.

Mediante esta técnica no invasiva se puede medir la sustancia en los niños cuando recién llegan y después de la intervención de los canguros y así demostrar de una forma cuantificable los beneficios de esta intervención.

Marcela no detiene su camino en la búsqueda de nuevas respuestas, un camino bordeado del aroma fresco de la marcela silvestre.

 


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