Diego Fischer: "Hay un gran misterio en su personalidad que hace que haya seducido a tantos hombres"

¿Quién fue Carlota Ferreira? Esa matrona de gesto altivo y mirada desafiante que Juan Manuel Blanes inmortalizó... Diego Fischer se lo explica a Jujy Fabini en De La Mancha Macondo y Otros Sitios.

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Sinopsis

¿Existió Carlota Ferreira? ¿O es una leyenda tejida a partir de un retrato? ¿Quién fue efectivamente esa matrona de gesto altivo y mirada desafiante que Juan Manuel Blanes inmortalizó? ¿Podía una mujer en el Uruguay del último tercio del siglo XIX jactarse de sus amoríos y aventuras? ¿Es cierto que la dueña de esa figura corpulenta fue amante del pintor y esposa de su hijo menor? ¿Qué pasiones pueden llevar a un joven a matar a su hermano por una dama quince años mayor que él? Carlota

 


 

¿Cómo empezás a investigar a Carlota Ferreira?

Mis investigaciones no empiezan en el momento en que digo: llegó la hora o acordamos con la editorial que el próximo libro va a ser este. Arrancan mucho tiempo antes. Me pasó con todos. A medida que te sumergís en el Archivo General de la Nación, en la Biblioteca Nacional vas encontrando documentos de otros personajes, que vas guardando o que vas anotando y eso forma parte de una investigación paralela que se va haciendo. Sucedió con Blanes, arrancamos con Blanes y seguimos con Carlota. Yo tengo la sensación muchas veces que esa matrona de gesto altivo y autoritario, controladora, manipuladora, todos los adjetivos que quieras atribuirle le van bien.

Algo tenía…

Una gran seducción y un gran misterio. Hay un gran misterio que su personalidad y la época unidas hacen que este personaje haya seducido a tantos hombres.

Y qué hombres…

De poder, de fortuna. Era a lo que ella aspiraba. Ella aspiraba a ser una figura que todos supieran que existía y todos supieron que existió.

En el ocaso de su vida, ya mayor, adicta a la morfina y con el último hombre que vive en concubinato, el doctor Julio Jurkowski. Un médico de renombre para su época, un referente del Uruguay de entonces. No era médico pero ejercía como médico. Abandona a una mujer que las crónicas de la época definen como una mujer de una familia distinguida de Minas, con una hija adolescente. Ese hombre que tenía 45 años deja todo: familia, prestigio, para irse con Carlota a París. Es la última etapa de Carlota donde Blanes la pinta en ese desnudo, en el cuadro “Mundo, demonio y carne”.

Después de esa estancia en París, vuelve a Montevideo y se afincan en Salto. Allí es donde aparece Horacio Quiroga en esta historia. Horacio Quiroga escribe un cuento fantástico que se llama “Una estación de amor”. Era un joven de apenas 20 años y se enamora de quien se dijo hasta ahora que era una hija de Carlota, y no era una hija de Carlota, hay que averiguar en el libro de quién se trataba. Y que con el tiempo Quiroga, que todos sabemos que tuvo una vida muy trágica, quizá porque aquello fue muy fugaz y porque era muy joven, recordó como el amor de su vida.

¿Esta es una historia novelada?

Es una historia con pinceles de novela. La gente tiende a pensar que es una novela, yo no escribo novelas. La ficción no es lo mío, admiro a los novelistas pero no me siento capaz de hacer ficción, por el momento.

Elegís historias dignas de novelas…

Quizá sea eso. Pero todo esto se basa en documentos. Lo que hay en los documentos es que en algunos casos, un documento o una carta yo lo transformo en un diálogo. Para hacerlo más ameno, para que el relato fluya y para atrapar al lector. No esperen encontrar en Carlota Ferreira una novela y tampoco esperen encontrar una historia de amor.

¿Qué te dejó este trabajo?

Fue uno de los trabajos más duro. Fue muy duro en el sentido de todos esos acertijos que te decía que tuvimos que ir desentramando, que nos lanzaba Carlota. La investigación llevó mucho más tiempo que habitualmente. Tuve que ser muy fiel a los personajes y respetuosos con ellos. A las personas les puede generar sentimientos muy encontrados.

Aquí aparece un Blanes que está muy lejos de ser la persona de bronce y mármol a la que se le rinde pleitesía. Es un hombre osco, tacaño, un hombre que fue incapaz de entablar un vínculo de padre con sus hijos, que a su mujer la trató como a una sirvienta y que vivió para su fama y para su gloria. En eso también hay un punto de encuentro con Carlota. Fueron personas que por sus ambiciones dejaron todo lo que realmente uno entiende que vale la pena.