"Siempre dije que el día que el asesinato se esclareciera quería ver los ojos que había visto mi hijo por última vez. Y resultó que esos ojos ya los conocía"

"Tengo una paz enorme", apuntó la fundadora de Asfavide, madre de un hombre asesinado en 2009. También conversamos con el abogado Juan Raúl Williman.

La Justicia procesó a Diego Martín Scarpa y a Jesús David “Mandril” Pereira por el homicidio especialmente agravado de Alejandro Novo, ocurrido el 14 de enero de 2009.

Alejandro fue abordado por los delincuentes mientras repartía mercadería de la pollería familiar, a la altura del kilómetro 23 de la Ruta 8. Su madre, Graciela Barrera, nunca perdió la esperanza de encontrar a los homicidas de su hijo y a partir de su terrible pérdida fundó la Asociación de Familiares de Víctimas de la Delincuencia (Asfavide).

Abordamos el tema junto a Graciela Barrera, presidenta de Asfavide, y al abogado de la asociación, Juan Raúl Williman.

Graciela Barrera

Estamos en paz. Lo que recibimos fue la llamada de la fiscal, diciéndonos que estas dos personas habían sido procesadas. La fiscal tuvo una empatía impresionante y el equipo de Delitos Complejos trabajó muy bien. Tuvimos testigos importantes.

Nuestro compromiso como ciudadanos es tratar de ayudarnos unos a otros. Una persona que se atendía en la asociación sabía algo y lo dijo.

Alejandro era vecino de uno de sus homicidas y lo conocía, vivía al lado de la avícola. Yo también lo conozco.

Siempre dije que el día que esto se esclareciera quería ver los ojos que había visto Alejandro por última vez. Y resultó que esos ojos ya los conozco.

Creo que sirve mucho la justicia restaurativa. La persona que comete el delito tiene que ver la cara de lo que deja. Creo que ahora no es el momento para ir, sería una falta de respeto enfrentarme a ellos. Me gustaría ir con la expectativa de restaurar.

Yo tengo una paz enorme. Creo que, hoy por hoy, les transferimos a ellos el problema. Nadie me devuelve a Alejandro con todo esto. Pero el círculo se cierra. El dolor continúa.

Juan Raúl Williman

Los oficiales hicieron una muy buena reconstrucción. Se encontraron testigos presenciales que resultaron fundamentales.

Todos trabajamos con un objetivo común y por suerte no hubo filtraciones. Es poco común que un crimen se resuelva diez años después, pero tampoco es que no pase nunca. Es posible. Se vuelve más complejo, pero no significa que no se pueda. Lo importante es mantener vivo el expediente.

A veces el trabajo de la Policía implica hacer caer coartadas y eso no es tan simple. Por eso destacamos el trabajo que se hizo, porque hubo un trabajo de hormiga. Cuando la cortada cae, la persona ya queda en una posición incómoda y la Policía prende las alarmas.

Quienes hicieron caer la cortada fueron los testigos, que establecieron que la persona no estaba donde dijo que estaba.


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