Karen Marón y el periodismo de guerra: "Aunque me dijeron en su momento que estaba loca, cumplí mi sueño"

Hace 18 años que cubre hechos bélicos en el mundo y compartió las marcas, memorias y traumas que este oficio le dejó.

Karen Morán es periodista y productora. Trabajó como corresponsal de guerra para medios de comunicación latinoamericanos e ingleses.

Empecé muy chica, con una experiencia que ha sido muy especial para mi vida. Creo que me surgió desde chiquita, porque me interesaba ver los noticieros. Tiene que ver con mi historia personal, con cuatro abuelos que llegaron a la Argentina por diferentes circunstancias: los libaneses por persecución de los turcos-otomanos y españoles que llegaron de Asturias por la guerra civil. Surge la necesidad de contar tu propia historia y contando la de otros, que son nosotros.

Aunque me dijeron en su momento que estaba loca, cumplí mi sueño. Tiene mucha importancia hacer esto.

Cuando empezás a cubrir conflictos vas a un curso. Las agencias de noticias toman en cuenta lo que es el síndrome traumático de guerra. Por eso, una de las cosas más terribles es que se muestra la guerra como entretenimiento, y no lo es. Son seres humanos con nombre y apellido, con familias que viven en un lugar. Viven la situación más horrorosa que se puede imaginar.

Hay gente que se abroquela, que dice que solo está para sacar una foto o hacer una entrevista. Otros guardan el sufrimiento, lo saben manejar bien y hay quienes estuvieron tres días en un conflicto y tuvieron un brote psicótico. Hay otros que han estado y se han suicidado por lo que han visto.

No reconocés los síntomas: tenés una gran tristeza, determinadas conductas como dormir con la luz prendida porque arrastrás el pervigilio. Tuve la suerte que me presentaran a un psicólogo que se especializó en tratar a veteranos de la guerra de Malvinas. Me dio herramientas que me ayudaron a comprender lo que somos los humanos, pero nunca terminé de digerir tanta sombra.

Ya me parece un ambiente normal, que es un horror. Últimamente me viene una imagen de hace muchos años, cuando en un conflicto en el Líbano vi una hilera de ataúdes de pequeñitos numeradas. Niños que recién habían nacido y ya habían muerto por la aberración del ser humano. Somos mucha sombra, como somos mucha luz. Lo que también me impresionó era que cada ataúd tenía un número y no un nombre. Me parece que eso simboliza todo lo que puede llegar a ser una guerra.

Quizás estamos conviviendo en otro tipo de guerra. No es solo ausencia de paz, también es injusticia, falta de salud y desigualdades.

A mí me hizo reconciliar la gente en la propia guerra porque, como se ven los actos más grandes de aberración, ves hasta gente arriesgando su vida por quienes no son sus hijos.

Me programé sabiendo que cuando vas a cubrir un conflicto te pueden herir, secuestrar o matar. Como no le tengo miedo a la muerte, no me afecta. No es algo que me paralizó de miedo.

Le tengo miedo a las historias que no pueden ser contadas, que son muchas. Le temo a la perversidad oculta del ser humano. Creo que quienes hacen la guerra no son los que se ven públicamente. Hay algo más oculto y poderoso que planifica, que no lo ves en el terreno, donde la vida del ser humano no vale nada.


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