Las marionetas macabras

Hace algunas décadas, en la ciudad mexicana de Celaya en Guanajuato se gestó una leyenda que dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de los habitantes de la ciudad.

Se trata de un caso que involucra a un titiritero y a sus marionetas macabras.

Él se encontraba manipulando un títere que hacía el papel del juez en esta representación, él relata que sintió cómo una extraña energía parecía venir de aquel muñeco. Se comenzó a fijar un poco más en el detalle de aquel muñeco y en ese momento, este títere comenzó a girar su cabeza. Nadie lo notó más que él. Al momento que los ojos del títere se clavaron en los suyos, se quedó quieto, congelado, la gente no entendía qué pasaba. Se suspendió la escena y esa fue la última función que dio.

Él sabía que había algo realmente maligno sobre aquellos muñecos y por eso no volvió a dar funciones. La gente nunca más lo volvió a ver, el espectáculo se cerró para siempre. Nunca quiso dar detalles, pero poco a poco sintió la confianza de ir contando lo sucedido. Luego el titiritero enterró las marionetas que fueron descubiertas. Poco tiempo antes de su muerte, el hombre le contó a una amiga suya dónde había enterrado sus títeres.

En 1992 apareció la caja con 30 muñecos que fueron acondicionados y llevados a la casa de Antonio.

Esa noche, me acuerdo que era un fin de semana, mi madre me dijo: tus amigos hicieron mucho ruido ayer por la noche. Y yo le dije: ayer no vino nadie, yo me dormí muy temprano. Ella insistió: pero yo escuché los ruidos. Y yo le aseguré: ahí no hay nada más que la caja con los títeres. De inmediato mi madre me dijo que los sacara, que ella no los quería en la casa.

Sin embargo, Antonio no hizo caso.

Entonces le pedí a mi abuela para dejar los títeres en su biblioteca bajo llave. Me acuerdo muy bien que los dejé en un librero alto, nadie más tenía la llave, solo yo. Al día siguiente me di cuenta que alguien había volteado el librero, todos los libros estaban tirados, pero las cajas de los títeres estaban perfectamente paradas.

Cuando un titiritero pasa tanto tiempo con sus muñecos les transmite energía y vida. Es muy probable que por eso tuvieran una carga energética que los hacía moverse.


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