Una niña le pregunta a su madre: "¿Dónde están todas estas personas? ¿Qué pasó con ellas?"

El 20 de mayo de 1976  en Buenos Aires, dentro de un auto, aparecieron los cuerpos acribillados de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y Williams Whitelaw...

por Carla Urruti Gull

... 20 años más tarde, en 1996 en Montevideo, familiares y amigos de las víctimas del terrorismo de Estado realizaron la primera Marcha del Silencio para reclamar el paradero de más de 210 personas secuestradas y asesinadas.

Con una puntualidad extrema y en medio de un ambiente de murmullos, miles de personas comenzaron a recorrer las calles, desde Rivera y Jackson hasta la Plaza de Cagancha. Unas diez cuadras fueron ocupadas por padres con sus hijos, grupos de adolescentes, jóvenes adultos y personas ya entradas en la vejez. Una mezcla de generaciones cubrió 18 de Julio y lo llenó de absoluto silencio.

¿Por quién está acá?, le pregunté a una señora de unos 70 años. Por mi sobrina, desapareció embarazada. Nunca más supimos nada, mi hermana se murió sin saber qué pasó. ¿Qué pasó?

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Como todos los años, los nombres de los desaparecidos comenzaron a escucharse desde los altoparlantes, después de cada nombre quienes marchaban respondían “presente”. Había caras conocidas, como la del presidente del Banco Central, Mario Bergara, o la del dirigente del sindicato metalúrgico Marcelo Abdala.

Este año fue una Marcha del Silencio especial, dedicada a la activista de 95 años Luisa Cuesta que por un quebranto de salud no pudo estar presente. Varios carteles con su rostro le rindieron homenaje a lo largo de la principal avenida de Montevideo. Luisa perdió a su hijo Nebio Melo en la dictadura. Nebio tenía 32 años cuando fue detenido en un bar en Buenos Aires. Nunca más se supo de él.

Dos cordones humanos conformados por gente joven rodeaban la primera mitad de la marcha. Adelante del todo estaba el grupo de periodistas, fotógrafos y camarógrafos que caminaban hacia atrás, de frente a la multitud.

Unos 40 minutos pasaron desde el inicio hasta el final del recorrido. Una vez en Plaza de Cagancha se entonó el Himno Nacional. El Tiranos temblad, tiranos temblad, sonó con más fuerza que nunca, acompañado por los puños arriba de los presentes que luego rompieron en aplausos. Aplausos que se prolongaron durante varios minutos.

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Hacia un costado, lejos de su imagen de hombre intimidante, postrado en una silla de ruedas, mucho más flaco y con el pelo corto, el exdirigente del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros Jorge Zabalza apuntaba al cielo con la mirada perdida.

Unos metros a la derecha de Zabalza estaba el músico argentino León Gieco, sonriente posando para las cámaras y brindando entrevistas a los canales de televisión. Y hacia la izquierda, Rafael Michelini hablaba de seguir luchando por verdad y justicia.

Héctor Florit conversaba sobre el Plan Ceibal con una señora, Fernando Amado saludaba sonriente a un grupo de jóvenes. Emiliano Albín charlaba sentado frente a la pantalla del Impo, rodeado de sus hermanas. Y cientos de personas se abrazaban y lloraban, pero también reían.

Los rostros de los desaparecidos continuaban emitiéndose en la pantalla gigante del Impo, una foto tras otra, con sus nombres debajo. Y mientras tanto, una niña le preguntaba a su madre: ¿Dónde están todas estas personas? ¿Qué pasó con ellas?

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por Carla Urruti Gull @carlaug

 

 

 


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