La Eterna Promesa XLIII

No sos vos, soy yo.

Llegó el cuento número 13 de la tercera temporada y con él, otro ciclo que se cierra. No todo es como uno quiere, ni uno quiere a todo como es. Si esa la leyeron rápido y siguen de largo es alta frase… No la vuelvan a leer, pierde la magia. Y sí, entendieron bien: se terminó. Lo nuestro no va más. No, no lloren, no es para tanto. Tranquilos, no se corten las venas, no vale la pena. Ey, no recen, ninguno de sus Dioses me va a hacer cambiar de opinión. Yo sé que sin mí su vida no tiene sentido, pero bueno, cosas que pasan… No LEP, no party. Esa fue en inglés, por las dudas… Les juro que quería darle un cierre más épico a esto, pensé hasta en inventar alguna locura, pero no pude. A ustedes no les puedo mentir… ¿Les canto la posta? ¿En cumbia o en plena? Jajaja, yo me equivoqué y pagué, pero el humor no se mancha. No, en serio, resulta que la hija del presidente del club, fan mía como toda persona de bien en este mundo, llegó, no sé bien cómo, a leer mis cuentos. Ergo, los leyó su padre, por supuesto. Y digamos que mucho no le gustó la cosa… Se enteró, por ejemplo, de la razón real de mi lesión. También conoció mis caprichos, mis burlas hacia el idioma, el país y su cultura. Me llamó ladrando y sin introducción me citó para una reunión de carácter urgente. No necesité ni traductor: “o dejás esos cuentitos de porquería o se termina lo tuyo en el Grasshopper. Los hago públicos, te rescindo sin pagarte un peso y arrancás para las 8 horas”. Cualquiera diría que eso es extorsión, pero no sé bien cómo se manejan acá… Estuve a una milésima de segundo de mandarlo a bañarse, acomodarlo con un buen soplamoco y tomarme el primer avión a Uruguay… pero por la ventana de la oficina vi mi estatua. Es perfecta. Y sí, obvio, si es mía… Además me salió carísima… Y pensándolo bien, eso de las 8 horas no es para mí. Embrague a fondo y una reversa nuevita: le pedí perdón. Es que algo de razón tiene, me trajo para jugar y ascender, apostó por mí cuando hace meses no jugaba y me dio todo, no puedo estar con la cabeza en escribir. O sí, pero en escribir mi historia en el club. Así que, amigas y amigos, seguidores y seguidores, hasta acá llegué… Una pausa más en estos hermosos cuentos titulados “#LaEternaPromesa”. Voy a lograr el ascenso siendo la figura del equipo y después quizá vuelva. Quizá. Quizá sí, quizás no. Prefiero no prometer, no me va muy bien con eso… Sepan que los quiero y los voy a extrañar. Espero que cada martes se pregunten: ¿y LEP? Igual tranquilos, sé que se van a acordar de mí cuando vean algo gracioso que le pasa a un jugador. Donde haya un gol errado ridículo, ahí estaré yo. Donde haya un golazo de ese jugador que nunca pensaste que podría hacerlo, ahí también estaré yo. Donde haya un jugador que se pierda un partido por hacerse un tatuaje, ahí por supuesto que estaré yo. Donde un jugador se lesione por jugar con sus amigos, ahí claro que estaré yo. Soy omnipresente porque vivo en cada jugador y en cada uno de ustedes. No me extrañen, no me lloren, no me llamen. Bueno, mejor vos sí, vos llamame, mimosa. Chau, los quiero. ¿Qué? ¿Un último chiste? Ok, se lo merecen. Ahí va:

-¡Qué fortuna hizo Henry Ford con los autos!
-¿Y su hermano Roque con los quesos?

Na, na na, ¡buenardo! ¿Uno más y no joden más? Por ustedes lo que sea… “Un albino se perdió en el monte. Para encontrarlo, su padre disparó 2 veces al aire. Y claro, al ¡PAM-PAM!, albino vino”. Y con ese cerramos, no sea cosa que les dé algo de tanta risa. Sí, pueden repetirlos con sus amigos. Sí, pueden apropiárselos, no pasa nada. Lo mío es suyo. Menos mi fortuna y mi facha. ¡Sean felices!

La Eterna Promesa XLII

Plata o plomo

¿Se asustaron con el título, eh? Re que entraron pensando que se había podrido la cosa y nada que ver… Chicanas, amagues, lujos del reconocido literario y jugador del momento, ese que escribe casi tan bien como le pega de zurda. No te preocupes, má, estoy de novela, guiño-guiño, en plena recuperación de mi lesión y viendo en HD cómo recaudan plata para hacer mi estatua. Al principio pensé que era una broma, algo del momento eufórico post clásico. Pero no, la cosa es seria, y la casa también. Un grupo de hinchas, con el aval de la dirigencia, comenzó una campaña para poder pagarle a un escultor y que haga una obra maestra en homenaje al maestro. Juego con las palabras a nivel Neruda… o para los freestylers, a nivel Bnet. ¿No es veldá? En fin, ¿ahora sí entendieron el título del cuento? O ponen plata o los quemo, corta la bocha. Nah, mentira, man, Pablo Escobar no es de mi agrado. Igual pueden colaborar, no me enojo… Dentro de la web oficial del club, gente de todas partes del mundo está aportando su granito de arena para la movida. Aunque sería mejor que aportaran plata, con granitos de arena no hacemos mucho… Un castillito capaz… Jajaja, qué gracioso que soy cuando me lo propongo. ¿Lo valoran? Es humor para toda la familia. “#LaEternaPromesa, cuentos de fútbol con risa asegurada. Si no lo hago reír, le devuelvo el tiempo perdido”. Y como una sonrisa les robo seguro, no pasa nada con eso de que no se pueda devolver el tiempo. Para cerrar lo del monumento, adivinen quién hice una importante donación anónima para darle un empujón a la cosa… Jeje. Igual no quemen, les cuento porque estamos en confianza. No me hagan quedar como un boludo. Cambiando un poco de tema, qué buen momento para estar lesionado, eh… Me vino como anillo al el dedo. Tengo tiempo para ponerme al día con Elite, para ver la última de El Marginal que al fin la subieron a Netflix y para devorarme la quinta de Peaky Blinders que sale el viernes. ¡THE FUCKING PEAKY BLINDERS! Vuelven los más picantes de Inglaterra, los Shelby brothers. Si esto es un sueño, déjenme dormir cinco minutitos más… El cuento anterior fue largo como piropo de tartamudo, o como esperanza de pobre, o como minuto de microondas… y este va a ser corto como patada de chancho, como abrazo de tiranosaurio Rex o como carrera política de El Gucci. ¿Por qué? Porque quiero y porque puedo. Mis cuentos, mis reglas. Cualquier cosa, dejan su queja en www.nomeinteresa.com.uy que con gusto la ignoraré. Para cerrar, les dejo tres dichos o frases, como para que se lleven algo útil de este malísimo cuento. El primero, “el tiempo sin ti… es empo”. Dale que lo sacás… Segundo, “lo ______ es invisible a los ojos”. De salón. Y va el tercero… y va el tercero, y va el tercero y gol de River, gol de River… A Mauro Zárate no le gusta eso. Que se joda por traidor. Hasta luego, mi gente. Los saluda atentamente, su ídolo, el que no es barat… el pibe de oro.

La Eterna Promesa XLI

Martín, Martín, Martín Palermo.

Solo un futbolero que entre en la categoría “adicto estúpido” puede predecir de qué se trata este cuento solo por el título. Para los mundanos tradicionales, esos que viven su vida a pesar del fútbol, que no les amarga la semana que pierda su club ni se transforman en Miss Alegría por una victoria en la hora, les voy a contar lo que pasó. Perdón si se me va más largo de lo normal, créanme que vale la leída. Martín Palermo es, en pocas palabras: todo lo que está bien. Ex-futbolista argentino, delantero, con las mismas cualidades físicas que un árbol, pero con una especie de atracción divina por el gol. Ni debe saber cuántos goles hizo en su carrera ese anormal, ¿un millón? Pero lo traigo al cuento ya que uno los hitos de su carrera fue muy similar a lo que me pasó el fin de semana pasado. Ordenando las cosas de manera correcta, lo que hice el domingo en el clásico fue parecido a lo que él hizo muchos años atrás. Es más, con el respeto que merece, voy a escribir el resto de cuento de pie. Pierna querida, aguantame una más. Como les conté, el desgarro me dejó técnicamente out de las canchas. Se dice que en 21 días se cura y recién ahí podés volver a jugar. No iba ni 5 días de recuperación pero se jugaba el clásico. Y si hay algo que le gusta al uruguayo, es jugar un clásico. Para un vendehumo como yo, es la gloria, no hay otro partido como ese para aplicar el Manual del Smokeseller. El problema es que al tener desgarrado el posterior, no había mucho que pudiera hacer. El viernes lo encaré al doctor: “no sé qué se puede hacer, pero yo el domingo tengo que estar a la orden”. Me miró sorprendido, estupefacto, incrédulo. Pequeño detalle, no habla español. Por eso su cara… Fui a buscar al traductor y él se lo hizo entender. Contestó que era una locura. Un desgarro, si no se trata bien, con mucha quietud, puede crecer y por ende alargar el tiempo de recuperación. Pero insistí. Estaba decidido. La ciudad entera necesitaba ganar el clásico, y nosotros, como equipo, no podíamos decepcionarlos. Hablé con el DT y entendió que, si bien era una demencia, estaba en todo mi derecho de querer hacer ese sacrificio. Pinchazo mediante, el doc aclaró que no iba a aguantar mucho en cancha. Jugar desde el arranque nunca fue una opción, sería como hacer jugar a Riascos en Peñarol. ¿Me explico? Fuimos al banco, yo y mi pierna derecha semi dormida. Funcionaba pero no la sentía. Nunca me drogué, pero debe ser algo así. Estadio repleto y una lluvia intensa que le daba al partido un marco perfecto. Primer tiempo 0-0 pero con de todo. ¡Divino partido! Divino para estar adentro, no afuera como un gil. Segundo tiempo y la cosa se puso fea. A los pocos minutos llegó el gol suyo, 1-0 y a atrincherarse en el fondo. Dos líneas de 5, parecían un ómnibus adelante del arco. Era más fácil entrar a Estados Unidos siendo mexicano narco, con eso les ilustro la situación. Se acercaba el final… el resultado seguía igual y un intercambio de miradas fue suficiente: a la cancha. Obviamente ni calenté, qué sentido tenía si ni trotar podía. Pero, queridos amigos, ya saben que el pibe que escribe y juega siempre da que hablar. Córner a favor en el minuto 89’. Un comité entre todos los dioses decidió que la pelota cayera en mi cabeza y… ¡GOLAZO! 1-1 y la locura a flor de piel en el estadio. Dicen que la Bombonera late, yo les puedo jurar que en ese momento temblaba la cancha. 4 minutos de descuento. Nosotros estábamos satisfechos con el empate, pero la gente quería más. Tenían razón, no era lo suficientemente épico, menos para un tipo como yo que colecciona momentos memorables. Tiro libre ofensivo para ellos. “¡Es la última!” grita el juez. Menos el arquero, todos los suyos al área nuestra. Como yo no podía seguir ni a una estatua, me quedé en la mitad de la cancha. Patean, rebota en la barrera y la pelota me queda a mí. De película. Recibo, giro y es mano a mano, yo contra el guardameta. Pequeño detalle, me faltaba media cancha para llegar a enfrentar al de guantes. La adrenalina me copó el cuerpo y como si estuviese sano arranqué a correr. ¿Y la lesión? ¿Y Candela? ¿Y la vuelta de Salgueiro a Danubio? ¿Y lo de “última jugada”? Desesperado el pobre golero pedía a gritos que el juez terminara el partido. ¡Plantate, cobarde! Gesto de “siga, siga” del juez y yo “seguí, seguí”. Cuando estoy por llegar al área… ¡PUF! Otra vez el pinchazo asesino en el posterior. Ahí estabas, lesión. Tanto tiempo… Sentí literalmente cómo se me abría al medio el músculo. Pero ya estaba en el baile, tenía que bailar. Había una sola chance, desde donde estaba parado, picársela al arquerito que había salido a achicar. Ni un paso más podía dar. No sé cómo fue que sucedió, pero la jopee como el ‘Burrito’ Ortega… Con la vista nublada alcancé a ver cómo la pelota bajaba justo a tiempo y entraba como pidiendo permiso al arco. ¡G O L A Z O! Casi moribundo, de rodillas, me saqué la camiseta y le agradecí a la vida por ese momento hermoso. Igual duró poco. Me desmayé del dolor a los pocos segundos y no supe más nada hasta el día siguiente. Los diarios hablan del mejor clásico de la historia, los hinchas quieren ponerle mi nombre a una tribuna y la gente del club dice que nunca habían vivido algo igual. Me animo a afirmar, sin derecho a réplica, que soy el tipo más feliz en de la tierra. ¿Eterna Promesa? Tu hermana. Soy el puto amo de Suiza. Ahora me voy a volver a sentar que no aguanto más el dolor. Gracias, Palermo querido, por inspirar mi hazaña. Y perdón por opacar la tuya, pero bueno, soy el pibe de oro… Y con qué lomo eh…

Imaginalo, escribilo y ganá: concurso de cuentos para niños "Somos un equipo"

El certamen busca sensibilizar sobre la corresponsabilidad de género en los cuidados y tareas cotidianas del hogar.

El concurso de cuentos "Somos un equipo" invita a niños entre seis y doce años a escribir una historia que cuente cómo una familia comparte de forma equitativa los cuidados y tareas del hogar. Los cuentos pueden enviarse hasta el próximo 10 de abril.

Más info aquí.

Bases y condiciones: