La historia de José Lenin Marano: el dueño de un stud con un pasado en el narcotráfico

Marano fue parte de la mafia del río Uruguay, que traficaba drogas. Murió asesinado este fin de semana tras dos intentos fallidos.

José Lenin Marano era dueño de unos caballos pura sangre del stud Manito, nombre con el cual se referían también a él. Dicho apodo lo obtuvo cuando operaba junto a la mafia del río Uruguay a mediados de los años 2000.

La llamada mafia del río era una organización de contrabandistas que lideraba el sanducero Atilio María Camissa.

A principios del año 2008 Manito se integró a esa organización, que se dedicaba al contrabando, pero también a pasar droga a través del río Uruguay.

Manito se hizo fuerte en el Cerrito de la Victoria y entabló una alianza con los sanduceros que le proveían la mercadería. Hasta 30 kilos de pasta base de cocaína por mes llegaba a traer Manito, quien la disponía para la venta en Montevideo en las numerosas bocas de la capital.

En setiembre de 2008 Marano cayó con la Operación Surubí.

El propio Marano llevaba la droga en una camioneta.  Iba por el departamento de Flores, en la Ruta 3, cuando fue detenido. Al mismo tiempo cayeron sus socios en Canelones, Tacuarembó, Salto y Paysandú.

Fue una importante operación donde se comprobó que las rutas del contrabando estaban siendo usadas para el pasaje de drogas.

Marano pasó un tiempo en la cárcel, pero ya en libertad se dedicó a entrenar caballos de carreras, aunque nunca dejó de lado su actividad principal: la venta de drogas.

Este fin de semana Manito salía del Hipódromo de Las Piedras donde su caballo Lagarde corrió y entró cuarto. Fue entonces que, cuando Marano iba en su Nissan azul, lo mataron a tiros.

Los investigadores policiales tienen claro que este hombre ya estaba en la mira de algunos de los principales narcos que operan en Montevideo.

De hecho, ya había sido objeto de por los menos dos atentados. A fines de 2014 le lanzaron una granada que no llegó a explotar y poco tiempo después desconocidos lo balearon, pero sin llegar a herirlo.

Esta vez los sicarios no fallaron, pero hubo un daño colateral: el jockey Nahuel Hernández que circunstancialmente lo acompañaba.