Uruguay como país costero tiene una larga tradición en naufragios. Todavía quedan varios enclavados en las costas de Maldonado y Rocha, que incluso se pueden ver.
Ya sea por inclemencias climáticas o guerras, el océano se convirtió a lo largo de la historia en un gran cementerio. Según estimaciones de la Unesco, existen al menos tres millones de naufragios desconocidos en todas partes del mundo. Algunos de estos barcos o naves incluso pueden tener miles de años.
A los historiadores y arqueólogos les interesan estos naufragios porque siempre tienen información histórica valiosa. Son una especie de cápsula del tiempo porque reflejan la cultura, la economía y el estilo de vida de sociedades anteriores.
Al mismo tiempo, más allá de su valor histórico, los naufragios tienen un valor patrimonial. Por lo general son de gran interés para coleccionistas y para el mundo del arte. En barcos griegos o romanos hundidos se encontraron piezas que hoy se exhiben en los museos más prestigiosos del mundo.
Todos conocemos la leyenda o la película con escenas memorables que cambiaron la forma de hacer cine. Pero poco se sabe sobre cómo, en 1985, la arqueología submarina marcó un precedente con el descubrimiento del Titanic, uno de los naufragios fundamentales de la historia.
El descubrimiento del Titanic fue un efecto colateral de una investigación secreta de la Armada estadounidense para buscar dos submarinos nucleares hundidos. Quien estuvo al frente de esa investigación fue Robert Ballard, el oceanógrafo y arqueólogo submarino más famoso del mundo.
Ballard fue el primero en desarrollar tecnologías específicas para el descubrimiento de tesoros debajo del océano. Hasta 1977 cualquiera que intentara localizar un naufragio debía meterse dentro de un submarino y explorar. Fue Ballard el que desarrolló un robot capaz de recorrer el fondo del océano recolectando imágenes y datos.
"El Titanic fue en realidad la primera vez que usamos este tipo de tecnología", explicó en entrevista con la CNN. Y agregó: "En todas las expediciones anteriores, me metí físicamente en los submarinos".
A pesar de que el arqueólogo ya lleva 157 exploraciones en diferentes partes del mundo y tiene 79 años de edad, continúa embarcándose. Según publicó el diario británico The Guardian, Ballard ya está probando vehículos submarinos autónomos que pueden recorrer miles de kilómetros bajo el mar en busca de los más de tres millones de naufragios diseminados por el planeta.
"Los encontraremos a lo loco. Va a ser un descubrimiento rápido gracias a esta tecnología. Todo esto no va a permitir leer nuevos capítulos de la historia de la humanidad”, aseguró el experto.
También dijo que todo el trabajo que hizo en el pasado en arqueología fue utilizando vehículos que estaban conectados a un barco. Los que están construyendo ahora son vehículos nuevos, capaces de trabajar en terrenos extremadamente complejos y accidentados. Una nueva clase de vehículos submarinos autónomos que tienen su propia inteligencia y que van a “revolucionar” el campo de la arqueología marina; todo esto sin dejar tierra firme.
Se trata de vehículos más económicos y que pueden viajar a las profundidades y permanecer abajo durante días y días. Además, agilizan el trabajo de los buzos sin poner en riesgo sus vidas. “No se puede llegar instantáneamente al fondo profundo como buceador. Se alcanzan los 100 metros por minuto. Para llegar al Titanic, tardé 2 horas y media en descender 4.000 metros. Con estos vehículos, habría tardado poco más de una hora".
Todo parece indicar que, en un futuro más bien cercano, la arqueología submarina dará que hablar.
