Dos años después del accidente, los aviones Concorde descontinuaron sus vuelos.
Hubo un período de la historia en el que los humanos llegamos a volar por el cielo al doble de la velocidad del sonido. No es ahora, cuando hay turistas que viajan al espacio, ni tampoco hace una década atrás. Fue entre 1976 y 2003 que los vuelos comerciales supersónicos operaron con total normalidad.
Durante esos casi 30 años, los aviones anglo franceses Concorde operaron cinco mil vuelos y trasladaron a más de dos millones y medio de pasajeros a destinos como Río de Janeiro, Nueva York o el Golfo Pérsico.
Sin embargo, todo cambió el 25 de julio del 2000. Eran casi las cinco de la tarde en el Aeropuerto Internacional Charles De Gaulle en París. Un avión supersónico Concorde con destino a Nueva York tomó impulso y despegó, pero 120 segundos más tarde la torre de control alertó que había fuego en uno de los motores. El piloto a bordo hizo una maniobra, redireccionó la nave para un aterrizaje de emergencia y fue seguramente ahí cuando se dio cuenta que ya es demasiado tarde. El avión cae a cinco kilómetros de la pista, a pocos metros de un hotel y explota en miles de pedazos. Adentro había 109 personas.
Lo que siguió después bien podría ser el argumento de una película protagonizada por Denzel Washington. Luego de varias pericias y de la cancelación total de los vuelos Concorde por orden judicial, se encontró la caja negra de la nave.
Pero mientras las investigaciones operaban bajo un fuerte hermetismo, los rumores comenzaron a llenar esos espacios en blanco. Se habló de fallas técnicas en el motor y hasta de negligencia por parte de la tripulación.
El veredicto final estuvo bastante lejos de eso. Resultó que unos minutos antes de despegar el Concorde, lo hizo un vuelo comercial regular de Continental Airlines. En el medio ese avión perdió una cinta metálica que quedó tirada en la pista y cuando el Concorde pasó sobre ella, la tira hizo desprender un neumático que golpeó el tanque de combustible que causó el fuego y luego la explosión.
Sin embargo esa mancha sobre el llamado “avión más seguro del mundo” quedó imborrable y dos años después del accidente los aviones Concorde descontinuaron sus vuelos.
Desde entonces han sido varios los intentos por retomar la tecnología supersónica aplicada a viajes comerciales. Las compañías aéreas enfrentan el gran desafío de volver sus vuelos sustentables, con bajas emisiones de carbono a la atmósfera, y algunas empresas ven en la velocidad supersónica la solución.
Compañías como Boom Supersonic, con su modelo Overture, o Virgin Galactic ya presentaron sus modelos y hasta realizaron algunas pruebas, algunas de ellas sin éxito. Sin embargo, en varios comunicados queda claro que las empresas esperan poder ofrecer su servicio para 2029. Claro que, como sucedió con los Concorde, esto estará reservado para apenas un puñado de clientes de lujo que puedan pagar por un viaje que te lleva de Londres a Nueva York en menos de una mañana y te devuelve para antes de la hora de la cena.
