Estar en contacto con entornos naturales calma al cerebro y la ciencia cree saber por qué

Algunos de los principales estudios publicados en el último tiempo apuntan en una misma dirección: la amígdala. 

Hagamos un ejercicio juntos. Imaginate que estás acostado o acostada en el pasto, tu alrededor está repleto de árboles, se escucha el sonido de los pájaros, también el de un curso de agua no muy alejado, la luz del sol te alcanza la piel y corre una brisa suave. Sin dudas esta es, para la gran mayoría de las personas, una situación bastante relajante.

El principal factor que modula esta relajación es, en este caso, el ambiente natural. Estar rodeados de naturaleza amansa a nuestros cerebros y la ciencia cree haber descubierto cuáles son los mecanismos que operan detrás de este remedio que no necesita receta médica.

Algunos de los principales estudios publicados en el último tiempo apuntan en una misma dirección: la amígdala.

Esta zona, que se llama igual a una acumulación de tejidos que tenemos en la garganta, es la parte del cerebro que se encarga de modular, entre otras cosas, el miedo. Esto quiere decir que también está relacionada al estrés, lo que tiene sentido porque en buena medida el estrés es una respuesta de nuestro cerebro al miedo y que nos ayuda hace miles de años para mantenernos con vida.

La amígdala también está relacionada a otras emociones y sentimientos, como el control de la agresividad, pero también a algunas capacidades cognitivas, como por ejemplo la motivación.

Un estudio publicado hace pocos días en la revista Nature señala que la exposición constante a entornos naturales tiene un impacto positivo sobre la actividad de la amígdala y provoca que ante situaciones de estrés, esta parte del cerebro se mantenga más controlada y, por ende, las personas menos estresadas. O sea que el contacto con la naturaleza aumenta la capacidad de afrontar fenómenos estresantes.

“A la misma conclusión llegaron muchos otros estudios. Estos demuestran que el contacto con la naturaleza aumenta nuestra sensación de felicidad y disminuye la angustia mental, ya que reduce las emociones negativas y el estrés”, apuntó un artículo en la revista The Conversation.

Al mismo tiempo, la naturaleza ayuda a que la amígdala se auto regule mejor y disminuya su actividad, lo que lleva a una mejora en la flexibilidad cognitiva y, por ende, contribuye con la atención, la memoria y la orientación.

Esto pasa con los adultos, pero la naturaleza es importante también para los más pequeños. Una investigación de la Universidad de Do Minho en Portugal evidenció que los niños pasan el 76% del tiempo escolar sentados dentro de un aula. Y agregó que el contacto con la naturaleza es fundamental para integrar el desarrollo que se produce a través del movimiento en los primeros años de vida. ¿Te parece una cuestión superficial? Bueno, resulta que el movimiento es un factor fundamental para el correcto desarrollo de los sentidos, la inteligencia espacial y el vigor físico. Es por eso que algunos especialistas proponen que el contacto con la naturaleza debería ser un requisito ineludible en los primeros años de vida de una persona.

Teniendo estos datos arriba de la mesa, los expertos insisten en la importancia de multiplicar los espacios verdes dentro de las ciudades. Esto no solo como una política ambiental, sino de salud pública.

Los estudios sobre la importancia de volver a entornos naturales son cada vez más recurrentes, o sea que la evidencia se va a acumulando a favor de la generosidad de la naturaleza. Y si bien una caminata por el campo no va a curar la depresión, tal vez sí pueda, por lo menos, colaborar con ese objetivo.


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