La ciencia de la creatividad y cuáles son las pistas para estimular el cerebro

Si bien personas como Einstein marcaron un antes y después en creatividad, su cerebro no tenía condiciones por fuera de las regulares por lo que la clave está en entrenar las ideas creativas

Todos podemos estar más o menos de acuerdo con la siguiente afirmación: Albert Einstein fue una de las personas más creativas que jamás vivieron.

Es por eso que cuando murió, en una madrugada de abril de 1955 debido a un aneurisma aórtico, el patólogo encargado de hacer la autopsia sobre su cadáver se convirtió en el ladrón más famoso. El hombre, llamado Thomas Harvey, dijo que robó el cerebro de Einstein en nombre de la ciencia y lo donó a la Universidad de Pennsylvania donde lo diseccionó en 240 trozos.

Desde entonces decenas de neurocientíficos lo han estudiado en busca de la clave que pueda indicar cómo fue posible que Einstein tuviera ideas tan revolucionarias. Pero lo cierto es que no encontraron nada fuera de lo común: el cerebro de la mente más brillante del siglo XX era en realidad bastante regular.

Pero eso, en definitiva, ayudó a comprobar esta teoría de que la creatividad es demasiado compleja como para reducirla a una anomalía cerebral.

Los seres humanos somos una especie creativa. Lo podemos ver desde en las mentes más brillantes o destacadas de la historia, pero también en algo tan cotidiano como un video en las redes sociales. Es que la creatividad no es una cuestión mística, como se creyó durante mucho tiempo, sino que es un músculo y por ende existen muchas maneras de entrenarlo.

El primer mito a desmitificar es esa idea bastante extendida de que el cerebro se divide en dos mitades y que irremediablemente una le pertenece a la creatividad y la otra a la lógica. Lo cierto es que la creatividad surge cuando todas las regiones se comunican y tienen un diálogo fluido.

Según detalla Vox en su serie documental “La mente, en pocas palabras”, existen dos redes importantes para los procesos creativos.

La primera se la conoce como red neuronal por defecto, que “tiende a estar activa cuando nos concentramos internamente, cuando dejamos volar nuestras mentes, como al soñar despiertos”. Ahí es cuando surgen las ideas creativas más interesantes.

Pero luego se activa la segunda red llamada red de control cognitivo, que básicamente lo que hace es evaluar las ideas que se te ocurren.

“Así es que necesitamos la primera red para hacer nuevas conexiones y la segunda para juzgar qué ideas son buenas”, explica Vox. En el cerebro de personas muy creativas, estas dos redes están más conectadas.

Sin ese diálogo, el cerebro solo sería una máquina de imaginación, algo como lo que le pasa a los niños. Que suelen ser muy imaginativos y creativos, pero no suelen filtrar las buenas ideas. Lo que sucede es que a lo largo de los años, el cerebro aprende técnicas y a encasillarse en un determinado contexto cultural. Es por eso que muchas veces se habla de que los artistas tienen “una curiosidad infantil”.

Pero este filtro implica práctica y trabajo. Es necesario concentrarse y dedicarle bastante tiempo para que tu red cognitiva elimine las malas ideas y desarrolle las mejores.

En ese sentido, los expertos coinciden en que la mayor fuente de inspiración para el cerebro es la creatividad de otras personas.

Porque en definitiva, la creatividad es la habilidad del cerebro de combinar las mismas cosas de formas nuevas.


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