La ciencia detrás de las mentiras y los inventos creados para detectarlas

Desde hace décadas la ciencia y la neurología están intentando comprender por qué mentimos y de qué formas podría detectarse.

Si hay algo en lo que todas las personas somos expertas es en mentir. Mentimos en formas grandes y en formas pequeñas. Le mentimos a los extraños, a nuestros amigos y a nuestros compañeros de trabajo.

Necesitamos la mentira tanto como la honestidad. Y esto, aunque puede sonar un poco extremo, no debería sorprendernos. Según publicó la revista National Geographic, “los investigadores especulan que la mentira surgió poco después que la aparición del lenguaje”. Y agrega que “la capacidad de manipular a otros sin usar la fuerza física probablemente confirió una ventaja evolutiva en la competencia por recursos, similar a la evolución de estrategias engañosas en el reino animal, como el camuflaje”.

Una especialista en ética de la Universidad de Harvard asegura que "mentir es mucho más fácil en comparación con otras formas de ganar poder” como la violencia física.

Según una de las primeras investigaciones en la materia, realizada por la Universidad de California, la mayoría de las veces nuestras mentiras son inocuas. Lo hacemos, dicen los científicos, con la intención de ocultar nuestras propias deficiencias o para proteger los sentimientos de los demás.

¿Qué pasa con los niños? Kang Lee, psicólogo de la Universidad de Toronto, declaró a la National Geographic que “si bien los padres a menudo encuentran problemáticas las mentiras de sus hijos, en realidad son una señal tranquilizadora de que su crecimiento cognitivo está en camino”.

Hablemos ahora de los métodos que desarrolló la ciencia para intentar detectar las mentiras. El más conocido quizá sea el polígrafo. Apareció por primera vez en 1938 en California. Esta máquina, que seguro viste más de una vez en series y películas, es un instrumento de medición que registra las respuestas fisiológicas del cuerpo a ciertos estímulos. Generalmente toma nota de las variaciones de la presión arterial, el ritmo cardíaco, la frecuencia respiratoria, estímulos nerviosos y conductancia de la piel, generadas ante determinadas preguntas que se realizan al sujeto sometido a la prueba.

Un método más novedoso es la termografía infrarroja. Esta técnica, según detalla la BBC, “consiste en medir los cambios de temperatura en determinadas zonas de la cara ante pruebas cognitivas y emocionales”. Estos cambios, dice el artículo, “reflejan nuestros estados mentales y sentimientos, o lo que es lo mismo, la interacción entre el sistema nervioso central y el sistema nervioso autónomo”.

¿Habrá un futuro libre de mentiras? La ciencia todavía no está del todo segura.

 


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