La ciencia explica qué hay detrás del enamoramiento

Este 14 de febrero Facundo Macchi presenta una columna muy especial.

Los románticos lo llaman amor a primera vista o mariposas en el estómago. Es todo ese vértigo instalado en la cultura popular que vemos en series, películas y videoclips. Pero para los científicos, la flecha del ángel cupido no se dispara al corazón sino al cerebro.

El enamoramiento tiene mucho de primitivo y animal. Son señales visuales, acústicas, olfativas y hormonales que llegan de fuera y disparan muchas reacciones en el cuerpo.

Cuando sentimos que nos enamoramos, o que alguien nos resulta atractivo, es porque en el cerebro se activaron cuatro zonas: dos en el córtex cerebral, la parte más desarrollada; y otras dos en zonas más primitivas, propicias para el sentimiento de dependencia.

Un choque amoroso libera moléculas químicas euforizantes similares a las que se producen con el consumo de cocaína. Se llaman dopamina, oxitocina, adrenalina y vasopresina.

Este despliegue cerebral, dice la biología, tiene un papel clave en el instinto de supervivencia del homo sapiens, sin importar sexos o géneros. Y también es la responsable de que, cuando sentimos atracción a otra persona, los centros de dolor y repugnancia empiecen a tener menos actividad. Esto aumenta los niveles de optimismo y disminuye lo niveles de preocupación. La clásica “cabecita de enamorado”.

Ya sea durante un orgasmo o sencillamente viendo una foto de esa persona especial, el cerebro segrega hormonas que activan no solo el deseo sexual y la presión sanguínea, sino que también impulsan la motivación y ese deseo imparable y ansioso de estar y hacer cosas junto a tu enamorado.

Estudios demostraron que las personas en fase de enamoramiento tienen bajos niveles de serotonina, algo similar a las personas con trastornos obsesivo compulsivos. Esto, dicen algunos científicos, podría explicar químicamente el amor obsesivo en la primera fase de una relación. Estas áreas cerebrales asociadas con el amor romántico intenso pueden permanecer activas por décadas. Lo que justificaría en algún punto la tendencia histórica de la raza humana a la monogamia.

A pesar de estos hallazgos, una cosa es segura: la ciencia todavía tiene mucho para descubrir acerca del amor.

 


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