La ciencia va detrás de los efectos antidepresivos de las drogas piscodélicas, pero sin la experiencia mística

En total, los científicos probaron virtualmente 75 millones de moléculas de la familia del LSD y seleccionaron dos que activaban esas vías antidepresivas sin la psicodelia

La revolución de los psicodélicos ya llegó a la psiquiatría. Universidades, hospitales y centros de investigación de renombre en algunos países del mundo avanzan en ensayos clínicos que buscan llevar estas sustancias al plano de la medicina formal.

Sin embargo, una de las grandes limitantes que tienen las terapias con psicodélicos es que generan una experiencia alucinógena y mística que se mueve más en el plano de lo fenomenológico que en el del método científico. Por lo que tienen un grado de impredecibilidad que puede chocar con la literatura de la medicina tradicional.

Pero esto podría estar a punto de cambiar. Una nueva investigación dirigida por un equipo de científicos en Estados Unidos y publicada en el último número de la revista Nature, describe la aparición de un nuevo compuesto que se dirige a las mismas células cerebrales que las drogas psicodélicas, desencadenan la misma acción antidepresiva duradera que estas sustancias, pero lo novedoso es que lo hacen sin sus efectos psicodélicos alucinógenos. Es decir que los investigadores lograron separar el efecto antidepresivo de las visiones místicas indeseadas en un ámbito médico.

Esto se logró gracias a un sistema de inteligencia artificial que se utilizó para predecir qué moléculas pueden encajar en los receptores de la serotonina en el cerebro y así producir efectos antidepresivos. En total, los científicos probaron virtualmente 75 millones de moléculas de la familia del LSD y seleccionaron dos que activaban esas vías antidepresivas sin la psicodelia.

Esas dos moléculas fueron luego probadas en ratones y allí descubrieron que la droga lograba el mismo efecto antidepresivo que el Prozac, uno de los fármacos más comunes para tratar casos de salud mental. La abrumadora diferencia es que este LSD “no psicodélico” -por llamarlo de alguna manera- requiere una dosis 40 veces menor que el Prozac.

Este es un punto relevante porque históricamente los laboratorios no investigaron con sustancias psicodélicas por la sencilla razón de que suelen ser tratamientos muy cortos y efectivos, lo que se traduce en pocas ganancias para las grandes farmacéuticas.

Queda aún por determinar qué tan importante es la experiencia psicodélica en sí misma para que estas sustancias tengan el efecto deseado sobre la salud mental, y qué pasa cuando se elimina la experiencia fenomenológica y permanece únicamente en la clínica. Este es un punto muy complejo para abordar desde la ciencia tradicional.

La depresión no es el único objetivo de este equipo de investigadores. La misma técnica se está probando para encontrar moléculas ocultas en las sustancias psicodélicas que puedan ayudar a tratar trastornos del sueño y dolores crónicos que, por lo general, requieren el uso de potentes opiáceos. Estos últimos, a diferencia de las sustancias psicodélicas, son adictivos.

Si bien los autores reconocen que es necesario más investigación para determinar los efectos de estas moléculas antes de probarlas en humanos, aseguran que es el primer paso para que el uso de algoritmos e inteligencia artificial ayude a la medicina a encontrar compuestos más eficientes en menos tiempo.

 


Las Más Vistas