La inteligencia artificial que está ayudando a conservar especies y ecosistemas amenazados

El vínculo entre conservación y tecnología no para de crecer; tanto es así que los científicos abocados a esta tarea están centrados en una organización, WildLabs, que ya cuenta con 6.500 profesionales.

La década de 1980 marcó un antes y un después en la historia de la conservación de nuestro planeta. Es que en esos años se gestó una nueva disciplina científica separada de la ecología, pero también concentrada en velar por la continuidad de la vida en la Tierra: la biología de la conservación.

Ya por aquel entonces la biología de la conservación se valió de la inteligencia artificial y los algoritmos más primitivos para expandir las fronteras de su capacidad. El vínculo entre conservación y tecnología no para de crecer desde entonces. Tanto es así que los científicos abocados a esta tarea están centrados en una organización, WildLabs, que ya cuenta con 6.500 profesionales de la conservación en 120 países.

Uno de los sitios con mayor potencial para la aplicación de estas nuevas tecnologías es la Gran Barrera de Coral en Australia. Se trata de la mayor estructura viva del planeta que se extiende a lo largo de 2.300 kilómetros. Un lugar tan fascinante no podía ser sino un sitio muy sensible a los cambios.

La Gran Barrera sufre desde hace décadas una muerte progresiva. El calentamiento global la está llevando a su blanqueamiento y la mitad de la barrera desapareció en los últimos 30 años.

Según detalló el portal especializado OpenMind, investigadores de la Universidad de Tecnología de Queensland y del Instituto Australiano de Ciencia Marina desarrollaron un algoritmo para mapear este ecosistema desde el aire. Utilizando drones que vuelan a 60 metros de altura, los investigadores recogen y analizan datos para clasificar los niveles de blanqueamiento.

Los datos que recogen suelen ser las llamadas huellas hiperespectrales únicas, que se componen de luz en longitudes de onda que no son visibles para el ojo humano.  A medida que cambia el nivel de blanqueamiento en los corales, el sistema es capaz de rastrear esos cambios y estudiarlos a lo largo del tiempo. Así, los investigadores pueden encontrar la parte más dañada y centrar allí sus esfuerzos de preservación.

La conservación de la selva amazónica, el mayor bosque tropical del mundo, también está respaldada en tecnología. Desde hace algunos años existe el Global Airborne Observatory, un laboratorio que opera desde el aire y cuenta con tecnología de punta para cartografiar la Tierra. Su sistema puede generar mapas en 3D combinando sensores, algoritmos, imágenes en alta resolución, espectrometría y láser.

Los datos recabados en este laboratorio pudieron establecer que la gran selva se compone de 36 tipos de bosque diferentes y, según OpenMind, “sus resultados guiaron la política medioambiental de varios gobiernos”.

Cerramos este repaso con el proyecto FishFace. Se trata de un sistema de inteligencia artificial que viaja a bordo de embarcaciones pesqueras y registra la actividad de pesca e identifica el número y tipo de capturas. Su objetivo es aportar elementos para una pesca más sostenible.

La herramienta es capaz de identificar especies capturadas utilizando algo parecido al reconocimiento facial, pero aplicado a peces. Esto también ayuda a localizar especies amenazadas, pero huidizas para la ciencia.


Las Más Vistas