La siesta impacta en la salud para bien y para mal; esto dice la ciencia

Una siesta corta nos ayudaría a eliminar una parte de la adenosina que se produce en el cerebro en el correr del día y, por ende, a sentirnos más descansados.

Si buscamos la definición de la palabra “siesta” en la Real Academia Española nos vamos a encontrar con esto: “tiempo destinado para dormir o descansar después de comer”.

La siesta tiene fanáticos y detractores. Algunos la veneran hasta el punto de que no pueden sobrevivir sin ella, y otros la acusan de ser la responsable de generar un letargo irremontable que puede llegar a durar toda una tarde.

La siesta también divide a los científicos estudiosos del sueño. Es decir que no existe un consenso claro sobre si la siesta produce beneficios o si impacta de manera negativa en nuestra salud y la calidad del sueño en general.

La siesta preocupa y confunde tanto a los investigadores que hasta la Nasa se encargó de estudiarla. Según detalló un video ensayo del  anal de divulgación científica La Hiperactina, la agencia espacial estudió a ver qué pasaba con los pilotos de vuelos de larga distancia si tomaban siesta.

Los resultados arrojaron que aquellos pilotos que durmieron en algún momento del viaje mejoraron su rendimiento cognitivo en un 34% y su estado de alerta aumentó un 54%. Y la clave fue el tiempo: las siestas duraron todas un promedio de 26 minutos.

Acá es donde se empieza a complicar. Los estudios demostraron que la siesta, para ser efectiva, debería ser corta. ¿Por qué? Para no entrar en la fase más profunda del sueño, la famosa fase REM.

Para hacerla corta: nuestro sueño tiene varias fases que se van repitiendo a lo largo de una noche de descanso. Las fases no-REM son las primeras y se trata de un sueño superficial donde nuestro cuerpo se relaja y disminuye su actividad, pero sin entrar en un sueño profundo. La duración de estas fases depende de cada persona, pero por lo general son de 15 a 30 minutos. Ese es el tiempo que debería durar una siesta.

De lo contrario corremos el riesgo de entrar en una fase más profunda del sueño y caer en lo que se conoce como inercia del sueño. Si dormimos una siesta de más de 30 minutos es probable que en nuestro cuerpo se desencadenen una serie de procesos que queden truncos y cuando nos despertemos nos sintamos lentos, confundidos y aturdidos.

En cambio, si dormimos una siesta corta los beneficios pueden sentirse casi de forma inmediata, detalló La Hiperactina. Esto podría tener otra explicación, una relacionada con una molécula que se produce en nuestro cerebro llamada adenosina.

La adenosina se acumula en nuestro cerebro durante el tiempo que pasamos despiertos producto de la actividad natural de las neuronas. Cuanto mayor tiempo pasemos despiertos, más cantidad de adenosina se va a producir en el cerebro. La función de la adenosina es ser una de las moléculas encargadas de inducir el sueño y se elimina solo cuando nos acostamos a dormir.

Una siesta corta nos ayudaría a eliminar una parte de la adenosina que se produce en el cerebro en el correr del día y, por ende, a sentirnos más descansados. Eso sí, no hagas concesiones cuando suene la alarma.


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