Las momias más antiguas del mundo no están en Egipto, son chilenas y Patrimonio Mundial

La Unesco dio a conocer este martes los nuevos patrimonios mundiales de la Humanidad. Uruguay celebró la entrada de la iglesia de Atlántida construida por Eladio Dieste, pero la Unesco inscribió en total a cinco sitios latinoamericanos. Uno de esos patrimonios son las momias de Chinchorro en Chile.Es que 3.000 años antes de que los […]

La Unesco dio a conocer este martes los nuevos patrimonios mundiales de la Humanidad. Uruguay celebró la entrada de la iglesia de Atlántida construida por Eladio Dieste, pero la Unesco inscribió en total a cinco sitios latinoamericanos. Uno de esos patrimonios son las momias de Chinchorro en Chile.

Es que 3.000 años antes de que los egipcios momificaran a sus grandes faraones, en el desierto de Atacama, al norte de Chile, la civilización Chinchorro ya realizaba este ritual, del que se conservan las momias más antiguas del mundo.

Son centenares de momias que datan de hace más de 6.000 años las que se conservan a día de hoy en diferentes estados: algunas rescatadas y trasladadas a museos, otras expuestas en el lugar donde fueron encontradas, y decenas que siguen sepultados bajo tierra pese a las advertencias de los arqueólogos.

Las primeras fueron momias naturales, que se generaban por las condiciones extremas del desierto de Atacama, el más árido del mundo, y más adelante la cultura Chinchorro comenzó a intervenir los cuerpos hasta convertirse en hábiles taxidermistas.

Los Chinchorro fueron grupos de pescadores y cazadores recolectores de los que hay registro desde el año 7.000 a.C, que se movían entre el sur de Perú y principalmente la costa del norte de Chile.

Estos grupos humanos desarrollaron técnicas avanzadas para adaptarse al clima extremo y en paralelo, idearon ritos funerarios que se caracterizan por su componente estético y dan cuenta de la complejidad simbólica y espiritual de esta cultura.

Restos de adultos, bebés e incluso embriones, que fueron momificados para ser expuestos en la superficie y no para ser enterrados al contrario que la mayoría de momias, son hoy un testimonio único de esta pintoresca cultura.

Los rituales funerarios se destacan por su alto grado de sofisticación, empezando por la desmembración del cadáver, la extracción de los órganos, músculos y huesos, y la sustitución de éstos por vegetales, trozos de cuero, madera o pelo que funciona como un ornamento.

Empezaron realizando "momias negras" (entre el 5.000 y el 3000 a.C.), reconstruyendo el cuerpo con arcilla gris y fibra y llenando el cráneo con paja o ceniza y, más tarde, simplificaron la técnica y comenzaron a hacer "momias rojas", tratadas con óxido de hierro, que les daba este color.

Dentro de la momificación artificial, la tendencia de los chinchorro fue reducir la destrucción de los cuerpos e incrementar la decoración artística, recomponiendo los rostros con máscaras pintadas y decoradas.

Fue el arqueólogo alemán Max Uhle quien, a principios del siglo XX, describió por primera vez esta civilización y notificó al mundo sobre la relevancia de sus procesos de momificación.

La investigación en profundidad de los restos no llegó hasta la década de 1980, cuando la Universidad de Tarapacá asumió el liderazgo del rescate, la investigación y la conservación del patrimonio arqueológico de la cultura chinchorro.


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