Lo que el enterramiento más antiguo de África revela sobre el vínculo entre los humanos y la muerte

El hallazgo se produjo en colaboración con investigadores de una treintena de instituciones de todo el mundo

África es el lugar en el que nuestra especie nació biológica y culturalmente. Pero, mientras que en Eurasia hay multitud de evidencias tempranas de ceremonias vinculadas a la muerte, en África apenas hay registros.

Este jueves, un estudio internacional que publica la revista Nature describe el enterramiento más antiguo de África, el de Mtoto, un niño enterrado hace 78.000 años en Kenia.  Este hallazgo se produjo en colaboración con investigadores de una treintena de instituciones de todo el mundo.

El enterramiento no solo es el más antiguo sino que además es la confirmación de que las poblaciones de la Edad de Piedra Media comenzaban a tener ritos funerarios más o menos complejos.

"Mtoto", o niño en idioma suahili, fue enterrado hace 78.000 años en el yacimiento keniano de Panga ya Saidi, que resultó ser un enclave fundamental para estudiar el origen de nuestra especie y, sobre todo, de sus primeros comportamientos funerarios.

"Mtoto es la prueba más antigua que tenemos de enterramiento o comportamiento funerario en África" y es interesante no solo como hallazgo científico sino también porque "revela la complejidad de la mente humana, que es capaz de establecer vínculos complejos con la comunidad más allá del mundo físico e interactuar con los que murieron", destaca la líder de la investigación.

Hasta ahora, la única evidencia de un enterramiento de cronologías similares en África era el de Border Cave, en Sudáfrica, donde se encontraron los restos de otro niño enterrado hace 74.000 años, pero su escasa documentación siempre hizo que el hallazgo fuera controvertido.

Los primeros fragmentos de hueso de Mtoto se encontraron en 2013 y unos años después se detectó una cavidad circular a unos tres metros por debajo del nivel del suelo de la cueva. Dada la fragilidad de los huesos que contenía, la tierra se extrajo en bloque para estudiarla con distintas técnicas.

El bloque se excavó de forma manual y virtual, combinando la microtomografía -una técnica basada en rayos X que permite analizar el interior de un bloque sin manipular el fósil original- con estudios granulométricos y geoquímicos sobre la composición del suelo y los procesos que albergó.

En una columna publicada en el diario El País de España, la antropóloga a cargo del proyecto escribió: “Este hallazgo me hizo pensar, de nuevo, en el misterio de los fósiles humanos. Estudiando a Mtoto lo resucitamos en el momento de su muerte y, de alguna manera, contribuimos a hacerlo inmortal. Hay algo conmovedor en la especie humana, en su denostada negación de la muerte, en su voluntad, más allá del instinto, de desafiar el final”.

Y sigue: “La necesidad de despedirse de los que fallecen es una forma de perpetuar nuestro vínculo con ellos, de alargar su presencia entre nosotros incluso cuando la biología los abandona. Un no querer soltarles la mano. Seguimos siendo alguien después de muertos. También los fósiles siguen siendo alguien. Confieso una emoción intacta y mucho vértigo cada vez que estudio uno. Mtoto me recordó la asombrosa capacidad de los humanos para dar calor en el más frío de los momentos. Y yo le agradezco ese recuerdo”.

 


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