Los hallazgos en el Arroyo del Vizcaíno sugieren que el hombre está en el continente desde hace por lo menos 30.000 años

La investigación requirió técnicas de avanzada en paleontología.

El arroyo del Vizcaíno fue reconocido por la Comisión Nacional de Patrimonio como Monumento Histórico del Uruguay. Este lugar está ubicado en Sauce, Canelones, y fue un punto clave en los hallazgos paleontológicos en el país.

Desde hace aproximadamente 10 años los paleontólogos trabajan en este punto intentando reconstruir cómo fue la mega fauna, sino también saber cómo influyó el hombre en la extinción de esos animales. La hipótesis más aceptada por la ciencia, hoy, es que hace unos 12.000 o 15.000 años el homo sapiens cruzó de Siberia hacia América del Norte y luego se expandió por todo el territorio continental.

Sin embargo, los hallazgos en Vizcaíno y otras partes de América del Sur sugieren una hipótesis nueva: que hace por lo menos 30.000 años que el hombre está en el continente.

En esta columna les mostramos los principales hallazgos.

La cronología

En el verano de 1997, una intensa sequía afectó a buena parte del Uruguay. Fue entonces cuando un grupo de productores de remolacha en Canelones tuvo que secar completamente una de las lagunas del arroyo del Vizcaíno para salvar el plantío.

Lo que apareció fue una gran sorpresa. Numerosos restos de animales gigantes estaban ocultos entre la tierra y rápidamente fueron identificados por un grupo de paleontólogos, que tuvieron que esperar 14 años de trámites para poder volver a excavar. Pero la espera valió la pena, dicen, porque se sumaron una cantidad de fósiles que consagraron al arroyo del Vizcaíno como un punto fundamental del pasado prehistórico de América del Sur y de toda la humanidad.

Además de los huesos se encontraron evidencias como algunas marcas en una clavícula, en una costilla y otros huesos, que llevan a pensar que los fósiles atravesaron un proceso de intervención humana hace miles de año.

Todo esto, sumado a un análisis por Carbono 14, indican una edad sorprendentemente alta de alrededor de 30.000 años.

La investigación requirió técnicas de avanzada en paleontología. Para comprobar que las marcas respondían a la actividad humana y no al desgaste natural del tiempo, se estudiaron reproducciones 3D a partir de microfotografías.


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