Restauradores y conservadores de arte: el oficio silencioso que mantiene vivo el patrimonio del Uruguay

Instrumentos caseros, de odontología y materiales de droguería y mercería componen el arsenal de los restauradores locales.

Casi como escondido detrás de los muros de la casa Ximénez, sobre la rambla portuaria de Montevideo, funciona desde 2013 el taller de restauración y conservación del Museo Histórico Nacional.

Allí, con minucia, paciencia y echando mano a los pocos insumos de restauración patrimonial que se consiguen en Uruguay, trabajan un puñado de artesanos que restauran, tratan y estudian las miles de piezas que componen el acervo de las ochos sedes del Museo.

Las piezas son muy variadas. Comprenden colecciones enteras de personalidades históricas de Uruguay.

"Hay pinacoteca, mapoteca, archivos, hay colecciones de porcelana, numismática, animales disecados, vestimenta, es realmente muy variado. Y eso hace muy compleja la tarea de conservación. En general trabajamos a través de distintas vías. Por un lado hay un trabajo permanente sobre las piezas del acervo que están en depósitos o en sala y que requieren tratamiento. Y por otro lado trabajamos mucho en relación a las exposiciones que organiza el museo", explicó Ernesto Beretta, restaurador en el Museo Histórico Nacional.

Es decir que en cada nueva exposición, los restauradores ponen a punto todo aquello que se va a exhibir al público.

En los museos del mundo los equipos de restauración están especializados en diferentes técnicas y materiales, como papel, textiles o mármol. Pero en Uruguay eso es muy difícil y se interviene hasta donde se puede, una máxima en el mundo de la restauración.

"A nivel de los museos se trata de hacer la mínima intervención necesaria. Es decir, a veces nos conformamos con detener el deterioro o con reponer un fragmento desprendido y no vamos más allá", explicó Beretta.

Instrumentos caseros, de odontología y materiales de droguería y mercería componen el arsenal de los restauradores locales. Y alcanza con una recorrida por el taller para encontrar la variedad del trabajo.

Aquella tarde que Telemundo visitó el taller, tal como se puede ver en el informe audiovisual, el equipo estaba trabajando en la restauración de la colección de menús gastronómicos que Jose Batlle y Ordóñez fue juntando entre 1900 y 1934, y en el fondo del taller estaban trabajando sobre un escudo nacional resquebrajado y manchado de barniz.

Restauradores independientes

Desde clientes particulares, pasando por el Blanes en el Prado, hasta el museo Ralli de Punta del Este. Cuando el deber de la restauración llama, allá va Gabriela Siccardi con su valija cargada de pigmentos, solventes y cámaras ultravioletas o infrarrojas para estudiar las obras a restaurar.

Se contagió el gusto por el oficio de su abuelo, que era vitralista. Y complementó la vocación con varios estudios en el exterior.

"Es increíble pero parece como si uno lo llevara en la sangre", contó a Telemundo.

Entre las particularidades del oficio, Siccardi destaca esa necesidad constante que tienen los restauradores de aventurarse en nuevas técnicas y saber qué está pasando con el rubro en el exterior, pero siempre bajo una premisa clara.

"Es muy importante para nosotros que la restauración sea reversible porque hoy o mañana viene otro restaurador o cambió el color porque envejecieron diferente los materiales y tiene que poder el otro restaurador sacar todo lo que yo hice y quedar el original. El respeto al original es lo fundamental", señaló

Así, el restaurador debe ceñirse a la realidad de una obra. El uso de la creatividad en la restauración pasa más por las técnicas, que por la creación artística sobre una obra ya hecha.

"Yo no voy a estar inventando. Si al cuadro le falta la mitad, la mitad le va a faltar porque no le voy a inventar nada", añadió.

Pero así y todo a la restauración nunca le faltan sorpresas. Siccardi recuerda cuando, utilizando luz ultravioleta, encontró una pintura debajo de otra. Y resultó ser un hallazgo millonario porque lo que estaba oculto debajo de un cuadro anónimo, era una pintura de José de Ribera, un español referente del movimiento barroco en el siglo XVII.

Con esa luz, Siccardi puede descubrir el proceso creativo de los artistas al ver sus errores o modificaciones y también cuando alguien hace estragos sobre una obra, tal como muestra en el informe con un cuadro de Blanes, que "fue retocado y barnizado mal".

Pero un paso antes a la restauración pura y dura, como la que hace Siccardi, está la conservación.

Para entender mejor estas diferencias hay que salir del taller de Siccardi y viajar hasta la reserva técnica del Museo Nacional de Artes Visuales. Allí trabaja Nelson Pino, celando las casi siete mil obras de grandes maestros del Uruguay.

"Nosotros hacemos conservación preventiva. Significa no llegar a la restauración. En caso de que haya alguna obra con un tema muy puntual ahí se evalúa y se estudia los pasos a seguir", relató Pino.

La reserva tiene controles constantes de temperatura y humedad. Además, hace poco se instaló este sistema de colgado.

Todos los restauradores consultados coincidieron: la sociedad uruguaya tiene un debe con la conservación de su patrimonio. Y esperan que, cuando nos demos cuenta de su valor, no sea demasiado tarde.


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