Se estima que el ámbar necesita 40.000 años en condiciones indicadas para fosilizar.
Para poder conocer acerca de las especies vegetales y animales que poblaron el planeta hace millones de años, los científicos solo pueden valerse de los restos.
Todos los seres vivos de alguna u otra forma se descomponen con el paso del tiempo, sin embargo algunas partes de esa existencia pueden perdurar.
La mayoría llegan a nosotros millones de años después a través de huesos fósiles, que lograron sobrevivir porque quedaron enterrados o congelados de maneras muy específicas.
Lo mismo sucede con granos de polen o esporas de plantas muy antiguas que también lograron perdurar.
Pero existe otro mecanismo mediante el cual algunas especies de plantas y animales, sobre todo insectos, pueden perdurar en el tiempo. Estamos hablando del ámbar.
El ámbar es la resina fosilizada de los árboles que se endurece y logra sobrevivir el paso del tiempo hasta convertirse en una especie de roca de origen vegetal. Tanto es así que el ámbar se utiliza en joyería como una piedra preciosa de alto valor.
En los últimos 200 años, el ámbar también viene siendo utilizado como un recurso para la paleontología. ¿Por qué? Porque antes de solidificarse, el ámbar suele ser una resina muy pegajosa que puede atrapar insectos enteros y que se mantengan en su estado natural por millones de años.
La última noticia en este sentido es la aparición de una nueva familia de insectos perteneciente al grupo Acalyptratae. Este grupo reúne a muchos de los polinizadores y carroñeros más importantes de los ecosistemas modernos.
El descubrimiento se logró a partir de un fósil conservado en ámbar báltico que presenta una antigüedad de entre 48 y 34 millones de años.
En algunas localidades del mundo, como en Myanmar, Birmania, los insectos y plantas rescatados del ámbar son tantos que incluso existen museos especializados.
Pero no mencionamos nada respecto a cómo se forma y se preserva este material a lo largo del tiempo y eso lo vemos en el informe.
Historia
Todo comienza con un árbol leñoso lesionado o que sufrió una rotura. Por la herida empieza a brotar un líquido complejo y viscoso que no se disuelve en agua pero que cuando entra en contacto con el aire se endurece, se llama resina. En medio de ese proceso un insecto vuela justo por allí y queda atrapado en una gota de la resina, que cae y se pierde en medio del bosque.
Pasan millones, decenas de millones de años, el material se somete a presión y calor y se endurece hasta formar una piedra rígida y vidriosa. Entonces, muchísimo tiempo después, en medio de una excavación o exploración, un paleontólogo da con esa pequeña gota de resina, que ya no es resina, es ámbar, la resina fosilizada.
El ámbar y todo lo que puede quedar atrapado dentro de él viene fascinando a los científicos desde hace décadas. Son estas pequeñas porciones de resina endurecida que logró, gracias a una compleja danza molecular, sobrevivir el paso del tiempo y alojar dentro de ellas restos orgánicos de materia que en algún momento estuvo viva.
En promedio, se estima que el ámbar necesita 40.000 años en condiciones indicadas para fosilizar. Dentro de ella se encontró de todo: insectos, arácnidos, cangrejos, plantas, hongos, microorganismos e incluso algún trozo de un animal vertebrado más grande, como una salamandra prehistórica.
Existen en el mundo más de 160 yacimientos donde se encontró ámbar. El más antiguo está en Estados Unidos y contiene ámbar de hace 320 millones de años, cuando no existían ni los continentes que dan forma al mundo de hoy.
El ámbar del Báltico es uno de los más estudiados. Se formó hace entre 34 y 38 millones de años. Según detalló la revista National Geographic, en el ámbar del Báltico se encontraron más de 3.500 especies de artrópodos fósiles, entre ellas más de 650 especies de arañas.
El ámbar dominicano es otro de los más populares. Tiene entre 15 y 20 millones de años, aunque su edad exacta es objeto de debate científico. Allí se encontraron más de 1.000 especies fósiles.
Por último está el ámbar birmano con 99 millones de años de antigüedad. Allí los investigadores encontraron los restos más curiosos. Desde hormigas carnívoras dentadas, pasando por una porción de cola de un dinosaurio emplumado, y hasta el caparazón de una criatura marina.
