La renuncia de Messi dejó todo lo importante en segundo plano

Editorial de José Carlos Álvarez de Ron sobre el tema: "El fútbol está medio loco y a veces mete culpas individuales sin entender el juego colectivo".

Messi, y sobre todo su llanto que lo humanizó, desenfocó todo: el bicampeonato de Chile y su estilo personal de salir a jugar y festejar, la sorpresa de Islandia en la Eurocopa, que con 300.000 habitantes dejó afuera a los inventores del juego; las postales de la Copa América que recuerdan los entrenadores cesados en Brasil y Paraguay, los golpes contra el vidrio del banco de suplentes del niño que todas las selecciones quieren tener para no renunciar nunca, la macana de Andrés Cunha que dejó afuera a Brasil. Todo quedó en segundo plano por la renuncia de Messi a la selección argentina.

Este miércoles Argentina cumple 30 años de su último campeonato mundial, y que irá camino a las tres décadas de no ganar cuando se juegue la próxima copa en Brasil en 2019, y ya con Chile candidato.

Messi: 55 goles como nadie en Argentina, cinco veces mejor de Europa, mejor del mundo. Récord, récord, récord y llanto al pelear contra un mito, el de Diego Maradona. Y jugar más pidiendo perdón en su selección que disfrutando del juego cuando está en su Barcelona, que lo cobijó desde los doce años cuando no lo quería un equipo rosarino porque había que pagar poco más de US$10.000 por el tema de la hormona de crecimiento.

Messi no está, y ha sido tema de las madres que filman a sus niños, los conductores exitosos de televisión de América toda; los rivales y compañeros que han salido a hablar.

Messi, Messi, Messi. Anunció con su renuncia que el fútbol está medio loco y a veces mete culpas individuales sin entender el juego colectivo. Messi, el que no quiere compararse con nadie y ni habla como los españoles a pesar de haberse criado ahí. Dice "me voy a casa en Cataluña, y ya no quiero jugar en mi selección porque no me aguantan y ni me aguanto".

El fútbol termina volviendo al campito aunque seas de los más grandes, como lo demostró Luis Suárez jugando con niños en Solymar. Y avisa que perder es posible, porque gana uno solo y ya no es uno solo el que les gana a todos. El juego es el que sentencia que es muy difícil ganar, e incluso pasa pocas veces en la vida.

Aunque seas Messi.


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