Valentía y coraje: la recuperación de Miguel

Este efectivo policial fue herido de bala y ya no puede caminar.

Miguel Pérez, un policía que fue baleado en 2016 durante una rapiña a la estación de servicio en la que trabajaba, intenta salir adelante con una nueva condición física y el apoyo de su familia.

A pesar de que sobrevivió de milagro, hace pocos días volvió a trabajar al mismo lugar, demostrando su gran coraje.

Miguel tiene 38 años y hace 11 que es Polícía, aunque está jubilado por razones de fuerza mayor.

Ingresó a la Escuela Departamental de Montevideo en 2006, con 26 años, motivado por su hermano menor que ejercía esa profesión y, tras un curso de tres meses egresó como agente. Trabajó dos años dentro de la comisaría y después obtuvo su permiso para salir a la calle, donde no fue fácil lidiar con los miedos, sobre todo en los primeros destinos.

“En realidad aprendés a ser policía después de, como decía un viejo sargento que tenía, que aprendés a ser policía después que gastaste tu primer par de zapatos”, dijo.

Miguel trabajó casi ocho años en la parte operativa, tanto de chofer de patrullero como de acompañante, en el turno de la noche.

Siendo ya policía, conoció a su actual esposa, Daniela, que tenía tres hijos y con la que tuvo una nena, que hoy tiene tres años. Era difícil mantener a la gran familia con el sueldo de Policía y, cuando el Ministerio del Interior redujo la carga horaria permitida para el servicio 222, decidió buscar otro trabajo para poder llegar a fin de mes.

“Ya no me daba el tema económico, entonces opté por cambiar el 222 por un trabajo particular”, relató.

En 2015 consiguió un puesto como pistero en una estación de servicio a pocas cuadras de su casa y estaba muy feliz. Pero la noche del 8 de junio de 2016 todo cambió.

“Estábamos haciendo el cambio de turno con mi compañero que estaba en la tarde, yo entraba a las 22 horas. En cierto momento vemos que para una camioneta, se bajan 3 individuos, uno de ellos esgrimiendo un arma de fuego, dos de ellos me abordan a mi directamente y uno apunta a mi compañero que estaba ahí en la moto que se estaba por retirar y me dice esto es una rapiña dame la plata”, relató.

Les entregó su billetera pero inmediatamente se dio cuenta de que los delincuentes sabían que era policía y querían robarle su arma de reglamento.

“Entramos a forcejear a pelear, a darnos golpes de puño. Logro sacar mi arma de reglamento y efectuar un disparo y ahí es donde uno de ellos le dice ‘matalo, matalo, quémalo, quemalo’. El tercero deja de apuntar a mi compañero, viene por la espalda y me efectúa tres disparos”, contó a Telemundo.

Un disparo impactó en la columna, el segundo, que iba dirigido a la cabeza, le rozó el cuello y el tercero se perdió. “Ahí ellos logran tomar mi arma y bueno, y ahí se dan a la fuga”.

Tendido en el piso, creyó que moriría ahí mismo, pero logró llamar al 911 para pedir ayuda. “Luché para estar vivo, no es que estoy vivo de casualidad, no no, luché para vivir, luché para sobrevivir”, confesó.

Gracias a que pudo reconocer a los agresores, la banda de delincuentes fue capturada pocos días después, cuando Miguel recién comenzaba a transitar un largo y duro proceso de recuperación.

Tras permanecer seis días en el CTI, Miguel estuvo cinco largos meses internado, durante los cuales atravesó duros procesos emocionales. Sólo catorce días después de haber sido baleado, falleció su abuela materna, a la que consideraba su madre porque lo había criado desde que era un bebé.

“No estaba preparado psicológicamente para no estar a su lado, tomarle la mano, y poder darle un beso y poder despedirme de ella”, dijo.

A pedido de él, ella nunca se enteró de lo que le había ocurrido y pudo irse en paz. En honor a su madre, Miguel no bajó los brazos y protagonizó una recuperación asombrosa para su tipo de lesión, una paraplejia espástica que probablemente le impida volver a caminar. “A los dos meses ya estaba sentado en la silla de ruedas y yendo al gimnasio”, relató.

Cinco meses después del episodio, fue dado de alta y pudo volver a casa.  “Después de todo lo que pasó atravesar esa puerta, bueno, o sea, ahí volvimos todos a llorar de nuevo, a abrazarnos todos porque fue realmente muy fuerte. Estaba en mi casa, con mi familia, cuando podría no estarlo”, contó emocionado.

El cambio fue notorio para la familia, sobre todo para Daniela, que tuvo que dejar de trabajar para cuidarlo.  “Tuve que resignar muchas cosas por supuesto, tuve que cargar con muchas otras porque ahora muchas de las cosas que él hacía las tengo que hacer yo”, dijo Daniela, su esposa.

Manuel, de doce  años, fue quizá el más afectado porque ya no podía compartir algunas de las actividades que hacían juntos antes.

“A él le costó mucho, él tuvo una época donde tenía mucha bronca, mucha ira por lo que me había pasado, no entendía por qué me había pasado a mí. Ya no podíamos hacer lo mismo que hacíamos antes, ya no podíamos jugar a la pelota de la misma manera, ojo, jugamos a la pelota, jugamos igual porque soy buen golero, atajo muy bien”, confesó Miguel.

Pese a todos los avatares, la pareja se fortaleció.

“Si él no se rinde yo menos, no tengo derecho, él peleó y luchó para venir por nosotros, entonces yo no puedo ser menos que eso. Es mi héroe, totalmente”, dijo su esposa.

Hace 15 días y después de 20 meses de ausencia, Miguel se reintegró a su trabajo en la estación de servicio donde se hicieron algunas reformas para que pueda desempeñarse con autonomía.

“No todo el mundo te da esta oportunidad de nuevo, si bien no en las mismas condiciones, en otra tarea, pero sí poder insertarme de nuevo en mi trabajo la verdad que para mí es excelente, me fortalece”, dijo Miguel.

Si bien la condición de Miguel por ahora es irreversible, su lesión medular no es completa y tiene la sensibilidad conservada en los miembros inferiores.

“Yo no pierdo la esperanza de, no sé si volver a caminar, pero sí poder pararme, sí poder dar tres pasos y sentarme de vuelta en la silla, no me importa, pero la esperanza es lo último que voy a perder siempre”, finalizó.


Las Más Vistas