52 reclusos murieron en un motín en una cárcel de Brasil, 16 habrían sido decapitados

Ocurrió en la prisión de Altamira.

Convictos con el rostro cubierto empuñando afilados cuchillos artesanales en medio de una inmensa humareda: esa es la estremecedora estampa de la masacre que ocurrió el lunes en la prisión de Altamira, en el norte de Brasil, donde un ajuste de cuentas entre bandas rivales dejó cincuenta y siete muertos.

Dieciséis fueron decapitados. Los demás fallecieron asfixiados por el humo de los colchones a los que habían prendido fuego los agresores, miembros de una facción rival que estaba encarcelada en otro edificio.

Evander Fontenele, de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Pará no daba crédito a sus ojos: "Lo que encontramos fue macabro, decapitaciones, personas asfixiadas", explicaba.

Según la prensa local, los presos grabaron la agresión, jugaron con las cabezas de los decapitados y difundieron las imágenes por Whatssap.

Agresores y agredidos pertenecen a bandas rivales establecidas en Sao Paulo y Río de Janeiro que se disputan tanto el control del territorio y como las rutas del narcotráfico.

Se estima que en las cárceles brasileñas hay unos 750.000 presos, el doble de su capacidad. El presidente del país, el ultraderechista Jair Bolsonaro, ha anunciado planes para reforzar la seguridad y construir nuevos centros de detención.

 


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