En las zonas más aisladas del país la práctica persiste y el Estado, sin recursos, dice que no puede evitar los hechos.
Una mujer fue acusada de brujería en las Tierras Altas de Papúa Nueva Guinea. Frente a la multitud fue desnudada, violada, quemada con machetes, barras de hierro y palas ardientes por un día entero.
"El dolor era insoportable, pensé que iba a morir. Estaba amordazada y rezaba en silencio, decía: "me has encomendado el trabajo de ocuparme de mis hijos y si me muero ¿quién se ocupará de ellos?”, contó la víctima, Rachel Laise.
Una discusión entre miembros de la multitud de unas 1.000 personas fue lo que le salvó la vida. Todo porque los aldeanos no pudieron explicar la repentina muerte de un hombre y acusaron a Rachel de devorar su corazón
El ataque fue parte de una ola mortal de violencia contra mujeres acusadas de brujería en el centro de este país de Oceanía. Durante los últimos años se han registrado al menos 20 asesinatos por estas causas.
Las autoridades están tratando de detener la peligrosa narrativa, que se extiende en las montañas, de que las mujeres están tomando los corazones de los vivos
Se atribuye a la brujería las desgracias inexplicables, cada vez más comunes en una nación que cambia radicalmente, como la sequía, las muertes por SIDA y la diabetes, o incluso los accidentes automovilísticos.
El misionero luterano Anton Lutz ha rescatado a varias víctimas en los últimos años, pero dice que la violencia sádica de esta cacería de brujas es nueva. Hemos tenido creencias sobre fantasmas y creencias antiguas sobre piedras que pueden hablar y todo tipo de pensamientos interesantes pero esta práctica de acusar a las mujeres de causar muertes y torturarlas sádicamente y sexualmente por horas hasta que mueran, eso es nuevo en la provincia”, aseguró.
El tratamiento de las acusaciones de brujería difiere según las regiones del país, y van desde simples amenazas resueltas a través de la mediación, hasta días de tortura a veces mortal.
Gran parte de la multitudes se ven como víctimas de brujería.
Las leyes modernas luchan para frenar las creencias de larga data, y las autoridades sin recursos se ven abrumadas por el problema.
