Unicef presentó una campaña sobre el impacto en los niños de las formas de violencia naturalizadas.
La campaña recurre a esta imagen del niño y una niña personificado en un jenga que comienza a perder piezas a medida que recibe gritos, descalificaciones, amenazas, insultos o golpes por parte de un adulto.
Si bien los daños varían según el tipo de violencia y su frecuencia, la violencia tiene siempre consecuencias sobre la autoestima, la confianza y la forma en que los niños aprenden a resolver los conflictos, cuando son niños pero también cuando son adultos.
Durante el lanzamiento de campaña se presentó un informe realizado por la empresa Cifra sobre un estudio de la presencia de la violencia en la crianza de los niños. A la conclusión que se llegó es que el gran problema es que casi todos los consultados señalan otros hogares como los violentos y aseguran “En mi hogar no”.
Sin embargo, luego aparece la violencia como métodos de castigo y educación. Reconocen que lo ideal es hablar para marcar los límites pero la mayoría terminan gritándoles, usando palabras que denotan o poniéndolos en penitencia.
Por esto, la campaña quiere transmitir que criar niños implica tener mucha paciencia y tolerancia, y aceptar que ellos son aún seres inmaduros y que responsabilidad de los adultos enseñarles.
