Robert Parrado: "Si no hay cambio cultural, la violencia no varía"

El psicólogo y licenciado en Seguridad Pública, que pasó a trabajar en el Partido de la Gente, habló de la ola de violencia, especialmente sobre las mujeres.

Usted es un nombre conocido en los medios de comunicación, donde es consultado con frecuencia. Lo presento brevemente: tiene 57 años, es psicólogo y licenciado en Seguridad Pública por la Escuela Nacional de Policía. En la campaña de 2014 fue coordinador del equipo de Seguridad Pública de Todos, del Partido Nacional. La semana pasada fue noticia porque anunció su pase, acompañado de su equipo de asesores, al Partido de la Gente, que lidera Edgardo Novick. ¿Qué responsabilidad asume en el Partido de la Gente?

Integraremos nuestros saberes, nuestro conocimiento, todo el proyecto de trabajo que lleva unos cuantos años, sumado a todo el equipo que él ya tenía. Trataremos de aportar en la solución y resolución de los conflictos que vive la gente. Vamos a estar con Giuliani, vamos a integrar nuestros saberes, aprender con él y dejar alguna propuesta andando.

¿Estamos asistiendo a un agravamiento de la ola de violencia contra la mujer?

A mí me parece que hubo una gran sensibilización en el tema, lo que implica el aumento de las denuncias que no se corresponde con las respuestas institucionales que tenemos que dar. Hay que pensarlo con una mirada bien integral porque sus razones son multicausales, y enfoques reduccionistas dan soluciones parciales.

En Salto y en Paysandú, con diferencia de 20 días, ocurrieron dos casos de hombres enfurecidos (uno de 60 años, otro de 32 años), munidos de escopetas, que protagonizaron desastres terribles, matando en un caso a su ex pareja y en otro a su ex suegra, pero también matando a policías que se interpusieron en su camino. ¿Hay un cambio cualitativo o es una sensación?

Yo creo es que  puede existir un salto cualitativo, lo que está faltando es analizar todos los casos para tener una base de datos de qué es lo que tenemos en Uruguay en relación a las muertes de las mujeres. Creo que hay que trabajar en profundidad porque se están dando episodios donde además la presencia de la Policía en forma inmediata hace que haya enfrentamientos que históricamente no había porque no se llegaba con la celeridad que se debía. Para eso es necesario la capacitación del personal, ni que hablar de la selección. Tenemos que tener alta especialización para atender estos temas, más allá de la ductilidad del personal para poder entender a qué se enfrenta.

Pregunta de un oyente, hoy de mañana, cuando tratábamos el caso de Quebracho:

Yo, sinceramente, veo una escalada en este tipo de fenómenos violentos. Creo que sería bueno preguntarse si no hay un efecto imitación en esto. ¿Puede estar pasando que la difusión de estos eventos sirva de "gatillo" para gente que está por "explotar"? En los casos de suicidios se ha estudiado el efecto Werther, quizá actúe un mecanismo similar.

Teóricamente no hay nada que le dé certeza a ese planteo. Yo creo que lo que se da es en función de las características de la víctima y el agresor. Por ejemplo, ante el rechazo de la víctima de volver al vínculo se da lo que llamamos la rumia mental. Se queda haciendo un proceso interior donde empieza a generar idas y vueltas, a darle principio y fin a una historia y se va retroalimentando casi que en soledad, no necesita de nadie. En función de las características previas de esta persona, son los resultados que se pueden dar.

Otra oyente, Alicia:
Lo he pensado muchas veces si no se produce un efecto imitación en los casos de violencia contra la mujer.  Y lo otro que pienso es cuánta locura tiene nuestra sociedad. Esa locura encubierta agazapada que creo que es la más peligrosa. ¿Estamos ante casos de violencia doméstica en estos días o de trastornos siquiátricos graves?

Sin duda, hay algunos colegas que lo han planteado firmemente. Una cosa es aquellos que tienen un trastorno muy importante. Imaginemos un psicópata, que hubo casos muy recientes, que terminan ultimando. Después se los asocia al femicidio. Si bien matan, no matan por la condición de mujer sino por el placer de matar. Lo que sí tenemos que mejorar es la capacidad de análisis para poder distinguir. Pero también hay que distinguir lo que es la violencia doméstica con la violencia cruzada. Para que haya violencia doméstica tiene que haber un desbalance de poder y se tienen que dar determinadas características. Para que se de la violencia cruzada se tienen que dar otras características. Yo creo que eso implica que los operadores de todos los niveles, tanto policiales como judiciales, deben tener claro qué es para poder generar la rehabilitación necesaria o la prevención necesaria.

¿Qué se está haciendo mal en esta materia?

La sensibilización está bien, yo creo que todo el mundo tiene claro que está mal en materia de violencia doméstica y género. Lo que me parece que está faltando es la alta especialización de quienes abordan esto.

La introducción del delito de femicidio no parece haber surtido efecto.

Es como cualquier otra norma. Si no cambiamos desde el punto de vista sociocultural y no hay un cambio en la calidad del agresor desde el punto de vista psicológico y psiquiátrico y desde el punto de vista de su socialización, eso no va a variar nada porque no mide en función de la pena que va a tener. No va a leer el código, es algo que se dispara desde muy adentro de la persona y tiene que ver con lo que él entiende que es  el mundo.

¿Y en cuanto a la protección de la denunciante?

Yo creo que las tobilleras fue un avance porque es una punta más. Es una punta más, aunque haya en casos en los que no ha servido. Ni el propio ministro lo entiende, cuando dice ‘la víctima tiene que entender que es víctima’. Justamente la víctima de violencia doméstica tienen una dificultad enorme en entenderlo.

¿La experiencia internacional qué marca? Por ejemplo, ¿juegan mejor los hogares de acogida y protección para la mujer y sus hijos?

En Uruguay hubo de todo. Se probó núcleo habitacional en algunas cooperativas, se probó la figura del refugio, algunos hogares de acogida con reglas muy claras. Pero eso implica  a su vez dar un apoyo real a la familia y a su entorno, seguridad real con equipo especializado, que la información no fluya y por un plazo breve. Todo el Estado tiene que abroquelarse sobre esto.


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