Ilsa Silva tiene 53 años y pasó más de la mitad de su vida en la calle hurgando la basura

Hasta que en octubre de 2014 empezó a trabajar en una de las cuatro plantas de clasificación de residuos sólidos que tiene la IM, un hecho que le cambió la vida.

Ilsa nació en Cerro Largo, donde vivió hasta los doce años con sus padres y sus once hermanos, en una familia pobre y hostil. Cursó hasta cuarto año de escuela, pero nunca pudo aprender del todo a leer y escribir. Tras mudarse a Montevideo, sus padres se separaron y ella tuvo que salir a trabajar para ayudar a su madre y sus hermanos.

A los 16 años conoció al que sería su esposo hasta el día de hoy y formó su propio hogar. Tiene cuatro hijos propios, ya grandes, además de un sobrino al que crió desde los cuatro meses y que hoy, con 24 años, también trabaja en la planta de clasificación.

“Salía a la calle con un carro y caballo con mi esposo y lo que sacábamos de la calle era lo que vendía para comer.

“Yo sacaba aparte una parte para pagar lo que ellos estudiaban, para comprarles las cosas para la escuela, para lo pobre para que no les faltara nada, que tuvieran todo, y después lo otro lo dejábamos para comer”.

“A mí y a mi esposo nos dio sacrificio, pero teníamos que sacar a nuestros hijos adelante, darle lo que nunca tuvimos nosotros dárselo a ellos”.

Vivían en el asentamiento 25 de agosto, donde se ganó el apodo de “la Chana” o “la mamá”, ya que su casa siempre estaba llena de niños, que pasaban el día allí y ayudaban a clasificar residuos.

Ilsa recuerda muy bien la dureza de la vida arriba del carro, trabajando a la intemperie.

“Pasás mucho frío (…) a veces llovía y vos no podés salir a la calle porque lo que vos tenías no podías venderlo, tenías que arreglarte con lo que un día antes habías vendido para darle de comer a ellos”.

Según Ilsa, enfermarse es un lujo que no pueden darse quienes tienen que luchar día tras día por el pan.

“Me mandaba estar unos días en cama pero yo no podía porque yo tenía que pensar que mis hijos tenían que comer al otro día y yo tenía que salir como sea a trabajar”. Yo no quería que ellos pasaran lo que pasé yo”.

Hace 13 años, muchos vecinos del asentamiento 25 de agosto fueron realojados en el barrio Durán y la chana pudo finalmente tener su casa.
Diez años más tarde, enfrente al barrio, abrió la planta de clasificación de residuos secos de la intendencia y la chana, junto a otros clasificadores, fueron invitados a trabajar allí.

“Nos dan la ropa de trabajo, nos dan la ropa de abrigo, los zapatos, todo todo y ahí llueva o no llueva, tenés el sueldo tuyo fijo, todos los meses cobrás tu platita”.

Ilsa trabaja de 6 y media de la mañana a 13:30 horas y es una referente para sus compañeros. Nunca falta, nunca llega tarde y siempre está dispuesta a darle una mano a los demás.

“No me gusta faltar, así esté enferma, no esté enferma, me vengo igual, no me gusta. Soy la primera casi en llegar, siempre con dos compañeros más, soy la primera en llegar”.

El hecho de formalizarse abrió nuevas perspectivas para su vida, no sólo por cumplir un horario bajo techo, tener seguridad social y cobrar un sueldo fijo con el que pudo arreglar su casa, sino porque además comenzó a participar de los talleres de capacitación y alfabetización que ofrece el ministerio de desarrollo social a los clasificadores de las plantas.

“Ahora voy a la maestra, que la maestra nos enseña a leer y a escribir porque yo quiero aprender para enseñarles hoy o mañana a mis nietos que la abuela aprendió a leer y a escribir. Voy a aprender cosas que nunca en mi vida aprendí”.

Ilsa planea rendir exámenes de primaria a fin de año y piensa seguir estudiando hasta terminar la escuela. Incluso quiere estudiar cocina cuando domine bien la lectura.

Y mientras aprende, también enseña, ya que imparte talleres de clasificación en los centros comunales.

“Voy a ambiente y comunidad también a dar clases de la basura, cómo hay que apartarla, lo que sirve, lo que no sirve. Me gusta porque lo que yo aprendí quiero que otros también lo aprendan para hoy o mañana ellos decir bueno no tenemos trabajo pero podemos prendernos en esto que con eso les damos de comer a nuestros hijos”.

Ilsa se siente feliz con su vida actual y valora por sobre todas las cosas su familia.

“Yo siempre trabajé, le di todo a mis hijos y le enseñé a mis hijos lo que es el camino derecho. Les di estudios, todos estudiaron, todos fueron a la escuela, todos tienen algo, todos tienen un diploma que estudiaron. En eso estoy muy orgullosa de la vida. Siempre adelante, siempre voy adelante pa todo”.


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