La historia de vida de Pedro, un hombre que lleva 25 años viviendo en la calle

Vive junto a su pareja y su perra en la calle, pero asegura que tiene donde bañarse todos los días. Además lava la ropa en un lavadero y dice que no pasan frío.

Pedro tiene 43 años, pero parece más. Tantos como los que lleva viviendo en la calle. Y la calle, según él, cansa. "Me descriminan o por ser gay, o por ser cuidacoche, o por vivir en la calle", dijo a Telemundo. Vive en la calle y no en un refugio por Winnie, su perra. Le puso así porque de cachorra la encontró parecida al osito Pooh. Con ella y con su pareja pasa las horas.

Esto es todo lo que tiene y dice que le basta para no pasar frío de noche: "Teníamos un acolchado antiguo enorme, teníamos una manta aurora de dos plazas y teníamos una manta más chica como para poner abajo. Hoy cuando nos despertamos nos habían dejado tres mantas nuevas".

Con orgullo, jura que no mendiga. Cuidando autos saca unos $500 por día. Con eso compra tentenpiés porque cena lo que ofrecen las organizaciones que reparten platos calientes. Se baña todos los días en el Mercado Modelo y lava su ropa en un lavadero.

Pedro no conoció a su madre, que desapareció cuando él tenía nueve meses. Vivió con su padre con algunas internaciones en el INAME y cuando él falleció fue llevado a la Colonia Berro. Después vivió en un refugio y desde hace 25 años está en la calle. Recién hace cuatro años que sacó la cédula, porque sus padres no lo anotaron cuando nació. Va a tramitar la credencial y está entusiasmado con votar por primera vez.

Ya hace tiempo que cuida autos en Paysandú y Minas. Aprovecha la proximidad con la Facultad de Humanidades para ir al baño y conseguir agua caliente para el mate. Hizo hasta sexto de escuela y lamenta no haber ido al liceo. Le gusta leer, ir al teatro y escuchar música clásica.

Fue evangelista y es umbandista. A Iemanjá le sigue pidiendo trabajo. "Si se me diera la oportunidad, te puedo asegurar que lo primero que haría es dejar de estar en situación de calle", dijo. Una parte de él ama la libertad de la calle, pero la otra quiere la estabilidad de las ocho horas y de la casa propia.

 


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