Que Uruguay produzca vacunas es una posibilidad que puede concretarse, pero no con vacunas contra el coronavirus

Según los expertos, los tiempos para instalar una planta que permita hacerlo son extensos, mucho más de lo que la emergencia sanitaria requiere.

La idea de producir vacunas en Uruguay entusiasma a los científicos porque el país tiene antecedentes, experiencia y posibilidades ciertas, más allá de lo presupuestal.

El inmunólogo Alejandro Chabalgoity miembro del Comité Asesor de Vacunación del MSP dijo a Telemundo que la posibilidad de producir vacunas en colaboración con el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, de Rusia “es muy interesante y se está evaluando”.

No obstante, el médico afirmó que “en ningún caso darían los tiempos” para fabricar vacunas contra SARS- CoV -2, en el contexto de esta pandemia porque los plazos requeridos para poner una planta de ese tipo en funcionamiento son más largos de lo que la emergencia sanitaria requiere.

Por su parte, María Moreno, doctora en inmunología aseguró a Telemundo que es algo “sumamente atractivo, particularmente la producción de algunas vacunas de poco interés para los países desarrollados pero que son muy necesarias para la región”.

Moreno coincidió con Chabalgoity  que “son infraestructuras complejas y específicas para cada una de las distintas plataformas de desarrollo de vacunas por el equipamiento requerido para cada producción. Además, los requisitos en materia de GMP son muy exigentes”, refiréndose a Good Manufacturing Practices, sistema que garantiza que las vacunas se producen bajo estrictos estándares de calidad.

Hace diez días, el diario El Observador publicó un informe sobre la producción de vacunas en Uruguay y recordaba la triple bacteriana –que inmuniza contra tétanos, difteria y pertusis– que eran producidas en el que hoy es el Departamento de Desarrollo Biotecnológico del Instituto de Higiene de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.

Pero las vacunas uruguayas comenzaron a dejar de fabricarse a fines de la década de los ’80 cuando hubo un cambio de paradigma en la producción. Los tradicionales controles de calidad que se hacían una vez fabricados los inyectables, comenzaron a ser sustituidos en todo el mundo por las llamadas “buenas prácticas de manufactura”, eso requería de instalaciones especiales donde todo está controlado, desde la calidad de todas las materias primas hasta el modo de circular de la gente por el lugar.

Cuando eso ocurrió, Uruguay tuvo que decidir si invertía en una planta que le permitiera fabricar vacunas de acuerdo a estos nuevos estándares o no. Y la decisión final fue que no; decisión que hoy puede llegar a revisarse.


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