Vázquez participó de inauguración de Rondamomo y dio un discurso nostálgico

El presidente de la República participó junto con Enrique Espert, Juan Salgado y Óscar Dourado.

Tabaré Vázquez participó en la inauguración de Rondamomo junto con el presidente de Daecpu, Enrique Espert, con Juan Salgado y Óscar Dourado. Allí, el presidente hizo referencia a las raíces de la vida.

Quizá alguien que no me conozca puede decir "el presidente acá vino para sacarse la foto o para salir en la televisión". El presidente vino porque cuando era niño vivía en un barrio, lindo barrio -como todos los de Montevideo, todos los del país, cada uno con sus características-, vivía el entusiasmo, la alegría, la esperanza de tener un carnaval que nos alegrara durante un tiempo en cada año de nuestra vida infantil.

En aquel momento, el carnaval tenía distintas formas. Tenía distintas expresiones de las que hoy tiene. Pero la esencia de aquel y el anterior y este es la misma: la esencia de la cultura del pueblo uruguayo. Por algo somos el país que tenemos el carnaval más largo del mundo y lo disfrutamos plenamente. Y se disfruta en todos los barrios, pero en los más humildes es donde se espera con más ansiedad la presencia de la murga, de los humoristas, de los parodistas, de los negros lubolos.

Recuerdo cuando era niño, que en la preparación del carnaval existía ya la esencia de lo que iba a ser el carnaval. Tablados populares como Rondamomo, donde no se cobraba entrada y había una comisión de vecinos que recorría dos o tres meses antes de diciembre casa por casa para pedir una colaboración y poder levantar el tablado. Había que salir después a buscar los tanques de 200 litros de chapa para armar el tablado. Y en el aserradero del barrio y la carpintería del barrio, los tablones y los clavos para asegurar los tablones sobre los tanques de hierro para que pudieran actuar bien los conjuntos que había. No había estas luces tan rutilantes, eran bombitas incandescentes que se pintaban de color amarillo, rojo, verde, azul para iluminar. Y venían dos conjuntos por noche, que había que pagarlo con la colecta. Estábamos en nuestras casas y de lejos escuchábamos cuando venía la murga en el camión. Los bateristas sentados con las piernas para afuera, tocando a marcha camión, y todo el barrio se alborotaba para llegar. A los niños nos ponían sentados en el tablado bien contra el borde para darle espacio a la murga.

¡Y la admiración que sentíamos por los murgistas! Por las caras pintadas, por la alegría. Todos los barrios disfrutaban. Posteriormente, cuando me tocó trabajar en el Club Arbolito empezamos a hacer carnaval ahí. Y un año tuvimos la loca idea de hacer carnaval gratis para todos, y fue por este concepto: era un barrio de gente trabajadora, y de repente un matrimonio con dos o tres hijos si tenía que pagar entrada, cuando estaba adentro del escenario el olor a chorizo hacía que los niños le pidieran a la madre y a veces no podían. Y como trabajábamos todos en la venta de chorizos, en la boletería, en todo, resolvimos que esa gente que pagaba $50 para entrar y no podía pagar la comida, que entre gratis y esa plata la deje en comprar algo para los niños y poder disfrutar como familia el espectáculo.

Así que creo modestamente conocer en profundidad lo que es la dimensión de un espectáculo popular como el carnaval. Recuerdo los corsos de barrio, con serpentinas y papelitos. Recuerdo cómo esperábamos en 18 de Julio para ver el desfile inaugural. Y recordando todo eso, ¿cómo no vamos a apoyar, a comprometernos públicamente cuando vuelve esta expresión popular a las calles de Montevideo y el país, a apoyar los emprendimientos que lleven carnaval gratis? Para que la gente lo disfrute y lo viva en profundidad, porque las vivencias de estas oportunidades quedan grabadas en nuestra alma de manera indeleble.


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