Esta semana recrudecieron los tiroteos y enfrentamientos entre las bandas de narcos en Casavalle y el 40 Semanas

Este enfrentamiento ya se ha cobrado varias víctimas, algunas de ellas que nada tenían que ver con ninguna de las bandas.

Los enfrentamientos entre grupos de Casavalle y el 40 Semanas vienen desde casi una década atrás, pero hay una fecha puntual en la que la violencia del enfrentamiento recrudeció.

Los Algorta, los Camala y en mucho menor medida los Chingas, estuvieron involucrados en esta guerra.

La muerte de Washintong Rodriguez Segade, el Tato, fue el punto de inflexión. La muerte del Tato, líder narco de la zona y de una de las facciones de la barra brava de Peñarol, fue asesinado el 13 de octubre de 2015 en Tillaux y Máximo Santos.

En ese momento el Tato quiso apaciguar la guerra que había entre su banda y la banda de los Algorta. Para eso había ido desarmado pero dos de los integrantes del último grupo, al comprobar que no había llevado armas, le dispararon. El Tato corrió pero cayó a 40 metros del primer ataque. Allí los dos hombres le dispararon diez tiros en la cabeza.

A partir de allí comenzaron a sucederse las muertes de un lado y del otro. Diez días después, fueron asesinados dos jóvenes integrantes de la banda de los Algorta. Uno de ellos, Cristian Porcal era uno de los manos derecha de esa banda. Nicolás Guido, Emanuel Pérez y Pablo Santana se sumaron a la lista de fallecidos en el 2016. Un año después de la muerte del Tato, fue asesinada su esposa, Claudia Anabell Silvera, que estaba con su sobrino, Brian Silvera, que logró escapar e irse a Italia. Cuando volvió fue asesinado de un tiro en la cabeza y su cuerpo hallado calcinado junto al de Joaquin Laviano, un menor que había fugado de un hogar del Inau y Micaela Saccone, que nada tenía que ver con esta guerra.

Gerardo Algorta, líder de la banda que asesinó al Tato, también murió el 7 de diciembre de 2017 asesinado.

El enfrentamiento entre bandas de narcos en estos días recrudeció y a diario desde hace una semana, recrudecieron los tiroteos. Esta situación mantiene a vecinos de ambos barrios, que no pertenecen ni a los Algorta ni a los Camala, familia que tomó el control de Casavalle, pero son rehenes de esta guerra que nadie sabe ni cómo ni cuándo va a terminar.


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