Cambio de vida: de la arquitectura a la cerveza artesanal

Néstor es arquitecto e hizo de su carrera algo muy importante, al punto que le costó su vida. Fue así que cambió de rumbo.

Néstor “Pocho” Bettinelli tiene 41 años, viene de una familia de arquitectos y decidió seguir los mismos pasos.

Con 17 años, su madre lo llevó a trabajar a su estudio de arquitectura durante el verano. Allí se dio cuenta que lo que más le gustaba de la profesión era la construcción. Así que siguió estudiando y se recibió. Trabajó para su madre y diferentes empresas, hasta que pudo abrir la propia y, sin socios, logró crecer hasta tener casi 30 empleados y cuatro o cinco obras simultáneas.

“Un sentimiento de mucho estrés, de mucha carga emocional. Me pasaba que llovía y me despertaba a las 4:00 a ver qué obra se me estaba lloviendo o quién me iba a llamar al otro día, y no me podía dormir más”, recordaba Néstor.

La responsabilidad era enorme, siendo la cara visible de cada obra y el encargado de que no se cometieran errores. Un día pasó lo peor: sobre las 17:00, a punto de finalizar un edificio de cuatro pisos en Pocitos, un obrero cayó desde la azotea, a unos 20 metros, quedando tendido en el piso, prácticamente muerto.

"Fue horrible porque era todos los días levantarse y llamar para ver cómo estaba. Estuvo varios meses en el CTI, por suerte se salvó y no le pasó nada. Pero son esas cosas que a uno le queda picando… la responsabilidad se siente por más que no sea tu culpa. Ese episodio particular marcó”, contó el arquitecto.

Paralelamente a los problemas y al intenso ritmo laboral, Néstor y su mujer Carolina- que también es arquitecta- formaban su familia, con tres hijos que hoy tienen diez, ocho y cinco años.

“La relación con los niños era divina pero era yo el que no disfrutaba capaz… Estás pensando en otra cosa. Estás en una plaza jugando al fútbol y en realidad estás mirando el celular a ver si pasó algo. Eso obviamente que te va comiendo, y te va comiendo por adentro”, admitió Néstor. 

Con 36 años Néstor padecía acidez, al punto que casi no podía ingerir alimentos. Un día sufrió una hemorragia gastrointestinal y pensó que estaba gravemente enfermo. Ese episodio físico lo hizo tocar fondo.

“Desde el momento en que tu salud física está en riesgo, está en riesgo todo. Lo que más me asustó en ese momento fue lo físico y dije: ’no me puedo perder esto, no me puedo perder de vivir, a mis hijos los quiero ver crecer, tengo una ilusión muy grande’. Entonces creo que ese fue un cambio fuerte”, reflexionó.

Néstor fue sometido a una colonoscopía que descartó cáncer colorrectal u otra enfermedad grave, pero otros estudios arrojaron valores preocupantes.

 “El médico me dijo: ‘estás hecho pelota la verdad para la edad que tenés. Tomátelo diferente’. Todo el mundo me decía no te podés tomar así las cosas… bueno sí, si fuera tan fácil”, señaló.

Néstor tenía que hacer un cambio en su estilo de vida.

“La plata va y viene, y si te morís mañana la plata no sé qué hacés… No es vida, realmente no es vida”, opinó el arquitecto.“Inicié una dieta estricta, una terapia, ataqué el problema por varios lados, hasta que terminé acá”.

Una aventura cervecera

Néstor entonces se embarcó en una nueva aventura o en lo que, para muchos, era una locura.

Néstor terminó de cerrar su empresa constructora en 2016 y, a partir de allí la cerveza artesanal se convirtió en su fuente laboral.

Todo había empezado como un hobby que aprendió con un amigo y ponía en práctica en el garage de su casa. Después fueron cuatro amigos  que hacían 20 litros de cerveza hasta que compraron un equipo más grande de 50 litros.

Mientras su empresa se desarmaba, Néstor disfrutaba como nadie las noches de elaboración y decidió que convertiría a la cerveza en su modo de vida.

“Yo tenía mis momentos que cocinaba cerveza que eran celestiales, eran ocho o diez horas que no me importaba nada”, contó Néstor.

Empezó a vender su cerveza Shelter en barras o pequeños barcitos cerveceros que abría dentro de locales establecidos, donde pudo tener un roce diario con el negocio para darse cuenta que era rentable.

“Todo el mundo me decía: ‘tenés que abrir algo, dejate de ir trabajara a una barra en un boliche. Tenés tu casa, tenés tremendo fondo, te gusta cocinar, hacés cerveza… ¿Qué estás esperando?’”

Shelter Patio Cervecero abrió sus puertas en octubre de 2016.

“De a poquito empezó a venir más gente, hasta que se fue de las manos”, señaló.

El verano pasado, Néstor y Carolina decidieron apostar, mudarse a un apartamento y dejar que el bar se apoderara completamente de la casa.

“Creo que el cambio de vida así fue ahora cuando decidí mudar a mi familia para abrir la fábrica/bar en mi casa”, dijo Néstor.

En el bar trabajan hasta siete personas, todos familiares o amigos.

“Amigos de verdad, de los que vienen hace muchos años. Uno también ahí se siente con el pecho inflado. Está buenísimo que amigos tuyos te sigan a los 41 años apoyándote en una locura de éstas, está buenísimo”, afirmó.

Por encima de las amistades, Néstor valora el apoyo de Carolina, su esposa.

“Me bancó todos mis mal humores, todos mis estreses, todas mis pérdidas de dinero porque cuando desarmás una empresa grande, tenés que pagar para desarmarla”, explicó el arquitecto.

Ahora Néstor está focalizado en su familia y en crecer desde el punto de vista profesional con la cerveza.


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